No sé porqué hoy me he levantado con ganas de tocar un tema delicado. Bueno, sí lo se. Es por el comentario de uno de vosotros en el post de ayer, en el que me decía que mi blog era estupendo y que a él el único que le había ayudado, su único amigo de verdad en los momentos difíciles había sido Dios. Y yo me dije, “a ver… mantén la calma y no rompas nada. Tranquilo que no es para tanto. Un par de tandas de seiscientas respiraciones y te sentirás mejor. Mañana será otro día”.
Y lo fue. Por suerte para todos hoy ha resultado ser otro día completamente diferente al de ayer, así que recién levantado y tomando el café a pequeños sorbitos, me pongo a reflexionar.
Yo intento ser muy respetuoso con todo el mundo y desde que empecé con el blog me parece que mucho más. Mi intención es seguir siéndolo pero, por favor, les pido a todos que no me hablen de Dios. Cada uno que crea lo que quiera, según sus costumbres, su educación. las enseñanzas de sus padres etc., pero a mí déjenme tranquilo con el cuentecito divino porque no me lo trago. No me lo trago y además me pone de mal humor porque siento que es como si me tomasen por tonto.
¿Cómo voy a creer que existe un Dios todo poderoso que me ama incondicionalmente, si luego resulta que tengo cáncer?
Absurdo ¿no?
Después, ya en la tranquilidad de su habitación, cada uno es muy libre de rezar, de pedir, de orar o lo que sea que hacen, pero no me hagan participar a mí porque lo más seguro es que no me haga ninguna gracia. Según yo lo veo, existen dos posibilidades: o Dios no existe o Dios no me quiere. Cualquiera de las dos es más que suficiente para querer estar alejado de religiones y entretenimientos similares. No seré yo quien le diga a nadie qué hacer con su fe y sus creencias pero, insisto, no me hagan participar a mí porque por ahí sí que no paso.
No sé qué argumentos le dan los creyentes (sea en lo que sea que creen, porque hay de todos los colores) a las personas que estamos en mi situación. Imagino que dirán que “los designios del señor son inescrutables” o que “hay que seguir teniendo fe hasta el final” porque “Dios, a veces, nos pone a prueba” y frases hechas de ese tipo. Bueno, tampoco me importa demasiado. Por lo general no me gustan las discusiones sobre religión porque hay muy poco margen para el debate: los creyentes no pueden probar que Dios existe de la misma manera que yo no puedo probar que no exista. Así que ahí se termina la cosa. Así de simple.
Otra cosa que me llama poderosamente la atención, es el empeño de los creyentes en convencerte de que su Dios es el mejor de todos. Yo no trato de convencer a la gente de que no crea en Dios, así que no veo por qué tanto empeño en convencerme a mí de lo contrario. Solamente si empezamos a hablar de “energía”, “primer motor”, “fuerza cósmica” y algunas otras abstracciones por el estilo, admitiría la existencia de un ente superior. Pero, por supuesto, desligado de toda cualidad humana como el bien y el mal, el amor, la compasión, etc. Entre otras cosas porque, lo repito una vez más, yo tengo cáncer, así, de la nada, sin comerlo ni beberlo, de la forma más injusta del mundo.
¿No será que Dios me está castigando por no haber creído en él…? Joder, cada vez me cae peor este tipo, la verdad.