Igual que un afortunado pirata desenterrando un baúl cargado de monedas de oro. Así de impacientes y nerviosos se sintieron los operarios que, en diciembre de 2009, dieron con una misteriosa caja sepultada bajo el pedestal de la escultura de Miguel de Cervantes que se alza en la plaza de las Cortes, delante del Congreso de los Diputados. Durante unos minutos las obras se paralizaron. Se formó un enorme corrillo de curiosos mientras se lanzaban al aire las primeras hipótesis, ¿qué era aquel cofre? Y lo más importante, ¿qué escondía en su interior?
La escultura de Antonio Solá llevaba desde la primera mitad del siglo xix presidiendo la plaza de las Cortes. En ella, el padre del Quijote aparece inmortalizado con un traje de época y calzón corto mientras sujeta con una de sus manos una espada, haciendo alusión a la carrera militar del literato. En el pedestal, dos bajorrelieves representan sendas escenas de su obra más universal pero es bajo esta gruesa estructura gris donde vivió, durante casi dos siglos, este inesperado secreto.
Una misteriosa caja de plomo de 38 centímetros de largo por 22 de alto y otros 22 de ancho, colocada en el año 1834, cuando se puso la primera piedra de este monumento. Lo primero que impresionó de este rectángulo fue el fuerte y nauseabundo olor que desprendía. ¿El motivo?, había sido embadurnada con una potente sustancia tóxica para protegerla de los insectos y otro tipo de diminutos organismos. Una vez retirada y abierta, se encontró una segunda caja de vidrio que dejaba ver parte de su contenido. Un cofre del tesoro con 41 objetos en su interior de lo más variado. Una cápsula del tiempo que trasladó a los investigadores de lleno a la convulsa época en la que fue enterrada. Alguno de los artículos eran: varias ediciones del Quijote, monedas de bronce, una biografía de Cervantes, litografías, un calendario de 1834, una Guía de Madrid para forasteros, varios ejemplares de La Gaceta de Madrid, una colección de medallas y algunas piezas más. A todas luces, una valiosa y reveladora colección de la que algunos se atreven a decir que es la cápsula del tiempo más antigua de nuestro país.
Muchos os estaréis preguntando ¿qué pasó después con todos aquellos artículos? Lo cierto es que durante un tiempo se exhibieron al público en una exposición temporal que se organizó. Después pasaron a ser propiedad del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, localidad natal de Cervantes, aunque no están expuestos. Hoy si os acercáis a la plaza de las Cortes, veréis a unos 15 metros de distancia de la base de la escultura un gran círculo en el suelo. Este marca la situación original de la obra. La "X" de este mapa llamado Madrid bajo la cual, durante 175 años, se ocultó un secreto tesoro. El mismo que vigiló Cervantes ante el desconocimiento total de los madrileños.
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