El toro habló así:
“Un diario de Madrid que anuncia la Feria de San Isidro dice que allí “todo diestro que aspira a la gloria, al coche de lujo y a la finca, sabe que ha de poner las femorales a disposición del astado”.
Luego, avisa la exhibición de tres hombres que están en lo más alto, Enrique Ponce, José Tomás y El Juli.
Como uno de esos tres me matará, quiero declarar ahora que:
Es absolutamente inaceptable que para tener coches y fincas se me vaya a torturar aseteándome y agujereándome con lanzas para producirme un manantial de sangre que me debilitará tanto que no podré defenderme.
La llamada fiesta nacional –que solo es de una minoría-- es una lucha desigual entre toros exangües y hombres sanos glorificando su cobardía.
Aún así, muchos toros podríamos matar a estos ridículos vestidos de colorines que nos trastean, pero nos contenemos porque nos disgusta sacrificar animales.
Cuando herimos a alguno es por error. Hasta Manolote, aquel torero tan parecido a Rosarillo en la película de Almodóvar “Hable con ella”, murió por la incompetencia de un tal doctor Guinea.
Espero que muchas ciudades emulen el caso único y grandioso de los coruñeses: querían imponerles la afición, les hicieron una plaza, regalaban entradas y llevaban toreros famosos; pero ellos se negaron a asistir al sangriento espectáculo. El promotor, su contradictorio alcalde, tuvo que renunciar a las matanzas.
Ahora, A Coruña es una ciudad deslumbrante, más cristalina que nunca”.