Aunque oficialmente ya estemos en otoño seguimos rememorando nuestros días de vacaciones pasadas, esas que sólo tardarán unos 335 días en volver. Este año hemos ido al Algarve, un trocito de cielo en la tierra, de playas maravillosas, kilómetros y kilómetros defina arena, y depende del tiempo y viento que te llena de arena hasta dónde no te puedes ni imaginar y lo que no puede faltar, aguas del Atlántico, que decir frías, es poco -teniendo en cuenta que soy del norte-Podría decir que es la tierra de la luz y del placer, ya que te puedes sentar tranquilamente en una terraza a ver caer el sol, sin miedo a que te saquen un ojo de la cara.Nos hemos alojado en Ferragudo, un pueblecito pesquero cerca de Portimao, huyendo un poco de la masificación del turismo y de las grandes ciudades, partiendo de la base que en un lugar tan turístico como es el Algarve es difícil huir de uno mismo, teniendo en cuenta que nosotros eramos los propios veraneantes.
Ninguno de sus rincones tiene desperdicio, desde la frontera hasta Sagres. La verdad es que la zona de Faro, es un poco más industrial, las playas más de ciudad pero si quieres esta, te la puedes saltar e ir a buscar la infinidad de calitas que plagan su costa y que hay que molestarse en rebuscar un poco.
He de confesar que la elección de destino playero ha sido un completo fracaso ya que Naia nos ha sorprendido con un miedo atroz al agua, por lo que ni piscina, ni playa, ni nada.
imágenes TCV