De noche, cuando se supone que debería estar durmiendo me encuentro cual búho nocturno tecleando, pero saben eso de “aprovecha para dormir cuando ella duerme”, es fácil de decir pero cuando después de un mes y medio tu cuerpo está más loco que con jetlag es complicado. Tan complicado como que tú te quedas dormida cuando ellas está despierta y a la inversa… Señores hoy vengo a desmitificar otra gran etapa de la maternidad, en mi línea. Hoy le toca al puerperio, postparto o esos tres meses en los que te planteas tirarte por el balcón y te preguntas porque no te pusiste condón, y no uno sino dos o tres uno encima del otro. Se supone que yo no soy novata en esto, pero cuatro años largos casi para cinco, pesan mucho y fue duro de narices, porque para mí el postparto es esa prueba de fuego que te toca pasar para empezar uno de los caminos más complicados y largos de tu vida, la maternidad (sin olvidarnos que ese camino está también lleno de partes gratificantes, aunque yo ahora mismo no las vea).
Es cierto que todo el mundo te advierte de este periodo y te da consejos acertados, pero nunca puedes llegar a imaginarte lo que puede llegar a superar la realidad a la ficción. Si además es tu segundo, ni te cuento (estos días no hago más que pensar en las que tienen más de dos, chicas sois de otra pasta o al salir del hospital os dieron una droga diferente a la mía).
Tienes que tener en cuenta que durante dos meses mínimo o tres, el dormir va ser algo que no va ser tarea fácil, por no decir casi imposible. Comer ya no caliente o frio, sino simplemente comer a un ritmo razonable y sin atragantarte no será posible a no ser que en ese momento cuentas con otras manos amigas o seas muy habilidosa con los pies. Ir al baño no entra en la lista de imprescindibles y menos en solitario, vamos que si eres pudorosa vete olvidándote y como muestra un botón:
“Peineta estreñida y dolorida se va con su neskatilla dentro del foulard colgada al baño, ya sólo eso tiene guasa. Cuando estas intentado que la cosa evacue mientras tu niña te ronca en el pecho entra por la puerta un niño de cuatro años, ojo sin llamar, se sienta a tu vera en la tapa del bidet y te empieza a contar sus preocupaciones escolares. Es tu hijo mayor y no quieres que la nueva situación le afecte así que atiendes a su palabras mientras tu cara roja como un tomate sigue a lo suyo….entonces suena la puerta se abre y entra tu madre (mi baño no tiene más de cinco metros cuadrados) y te dice, tú tranquila chata tu a lo tuyo pero es que me he dejado aquí el cepillo del pelo. Y entonces sólo entonces cuando crees que la cosa no puede ir a más. Oyes unos nudillos del aitona en la puerta que dice, chata me podrías pasar el secador?? En ese momento no sabes si reír o llorar. Pero no te da tiempo tu móvil suena, es un wassap del gorila desde el salón “veo que tu baño está más concurrido que el camarote de los hermanos Max, que les das”. Por supuesto todos salen hablando dejando la puerta abierta y tú te quedas sin haber ejercido tu derecho al trono, con la cara y el culo estreñido y con una niña que con tanto jaleo se ha despertado y quiere jarana”.
Todo esto señores con 36 años y con lo que una ha vivido, es demasié, porque la edad importa y mucho!!! El primer postparto lo pasé como si fueran 5 san fermines seguidos y lo superé, pero ahora cinco años más tarde no llego a una noche de fiesta popular con orquesta de pueblo y claro no es lo que toca, lo que toca con dos es peor que una macro fiesta de música dance.
Hay días en los que amaneces y te preguntas como el ser humano tiene ese aguante y resistencia, otros te planteas porque elegiste ese camino, otros te mueres de amor viendo sus gestos, manos y pies, otros quieres que sea como un muñeco y que le puedas quitar las pilas. En definitiva es una montaña rusa de sentimientos, que están creados por una hormona japuta que nada tiene que ver con esa hormona ñoña del embarazo. La hormona del postparto es su prima la diabólica, la que te hace llorar bajo la ducha, la que te hace cambiar pañales con escudo para salvarte del culo enemigo y la que te hace que a veces y solo a veces caigas en un pozo. Si por asomo estas en ese pozo, grita, busca ayuda y trátate, la depresión postparto no es una leyenda, sino una realidad mucho más dura y cotidiana de lo que parece.
Sí es tu segundo plantéate que no es como el primero, es decir no vas a llegar a todo pero en este caso hay alguien más que necesita que llegas a lo suyo y es tu primer hijo, esto hace que muchas veces el cansancio sea el doble, vamos que el puerperio de una primeriza en ese sentido siempre será mejor, así que cuando quieras dormir duerme y cuando quieras comer come. Nosotras las madres de dos, tres o cuatro eso ya no nos lo podemos permitir tanto.
Por último destacar que a la hora de afrontar esta etapa no estarás en todo tu ser, vamos que aparte de tener que recorrer un camino de piedras en lugar de hacerlo con calzado adecuado te encontrarás descalza y con callos. Descalza porque si tienes episiotomía o cesárea tu cuerpo esta dolorido y necesita su tiempo hasta que puedas caminar sin parecer chiquito de la calzada. Los callos, serán desde la complicada y entregada lactancia materna, a los cólicos, el ritmo alterado de tu hijo que el primer mes va distinto al tuyo, la cuarentena, la no relación de pareja, los celos de tu otro hijo y mil achaques más que puedes sufrir.
Me gustaría deciros que os van a entender y apoyar pero no siempre es así, te va a entender toda aquella que ha pasado por lo mismo, pero no las personas que están a tu lado, pero estará bien que hagan un esfuerzo por entenderlo, porque te vas a sentir sola más de una vez. En esos momentos haz un esfuerzo, mira hacia abajo, a tus brazos, quédate quieta y observa, eso que está ahí es tuyo, está dando mucho trabajo,lo sé, pero por alguna razón que desconozco va ser tu motor para que superes esa prueba de fuego que es el postparto. Porque los hijos duelen y cuestan desde bien temprano y me supongo que es la manera de grabarlo a fuego en nuestro maltrecho cuerpo.
Momento de amor postparto by Maria José Cayuela
Pero sabéis lo peor ” consejos vendo y para mí no tengo…”, mi puerperio está siendo intragable, infumable, lo tengo atragantado y no sé cómo voy a digerirlo, por suerte comencé con el mejor de los antiácidos que son esos padres valientes que se encierran en tu casa un mes para salvar el barco que se hunde y ahora sobrevivo a bases de las pastillas que se llaman “amistad”, esa gente que te escucha, consuela y soporta porque también ha pasado por lo mismo. Ahora os digo algo, si tienes opción págate tu confort: limpieza, cocina, masajes para tu espalda e incluso alguna hora de canguro para dormir, porque esa es la clave para que el puerperio no sea un túnel sino una autopista de alta velocidad con vistas al mar.
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