23/07/2011 11:06:30
Una potente explosión perpetrada en el centro de Oslo y una masacre en la isla noruega de Utoya, que acabaron con la vida de al menos 92 personas, alteraron el viernes la serenidad de uno de los países más tranquilos del mundo y aterrorizaron a sus habitantes. Hasta ahora Anders Behring Breivik, un noruego de 32 años al que vinculan con la extrema derecha, es el único acusado, aunque la policía ha confirmado que sigue la pista de un segundo tirador en la isla.
Anders Behring Breivik es residente de Oslo, vive en un piso en la zona occidental de la ciudad, en un edificio de 4 pisos. Tiene 32 años y dirige un negocio vinculado con la agricultura. Según dice en su página en Facebook, que por ahora ha sido bloqueada, estudió economía, micro y macrofinanzas, y administración de negocios. Está obsesionado con la biografía de Winston Churchill, el ex primer ministro británico, y Max Manus, noruego que luchó contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Es aficionado, incluso fanáticamente, de la cacería.
Varios medios mundiales comunican que en 2001 Breivik fue detenido por posesión ilegal de armas y explosivos. El sospechoso poseía dos armas registradas a su nombre.
Fue identificado por medios noruegos como una persona de valores cristianos, que tiene una orientación política de extrema derecha y nacionalista. Algunos medios afirman que participaba en un foro antiislámico.
Desde la noche del viernes, los múltiples testigos y sobrevivientes del tiroteo siguen contando a los medios de comunicación sus horrorosas y conmovedoras experiencias.
Según confiesan, el tirador llegó a la isla de Utoya en la que se celebraba un acto del partido gobernante laborista, convocó a los jóvenes a su alrededor y en ese momento disparó indiscriminadamente a los asistentes con el grito de «Os mataré a todos, debéis morir todos».
Muchos testimonios indican que en el tiroteo en la isla de Utoya participaron 2 personas. «Estoy seguro de que el tiroteo se realizó al mismo tiempo desde dos puntos distintos de la isla», ha confesado el sobreviviente Marius Helander.
Varios testigos destacan que los asesinos comprobaban cómo estaba cada uno de los heridos, verificaban si continuaban vivos y si no, volvían a disparar.
«Vi que disparaban a la gente. Intenté sentarme lo antes posible. Me escondí detrás de algunas piedras. Les vi una vez, solo a unos 20 o 30 metros de mí. Pensé "tendré miedo de por vida" y en toda la gente que quiero», confesó Jorgen Benone, otro joven que logró huir.
En un intento desesperado por salvarse y escapar, muchos de los congregados en la isla saltaron al interior de los pocos edificios que hay, se escondieron entre los árboles o no vieron más alternativa que lanzarse al agua, donde continuaban recibiendo disparos.
«Vi gente saltando al agua, sobre unas cincuenta personas nadando lejos de la costa. La gente estaba llorando, temblando, estaban aterrorizados», cuenta Anita Lien, que vive a pocos metros de la isla.
Dado que el presunto terrorista iba vestido de policía, los asistentes al campamento huían de los policías auténticos, que no lograban recuperar su confianza. «Disparaba a la gente desde una distancia corta, y empezó a dispararnos a nosotros. Se puso a unos diez metros de mí, y disparó a la gente que estaba en el agua», confesó Adrian Pracon, de 21 años, que recibió un disparo en el hombro izquierdo y se escondió bajo los cuerpos que había a su alrededor.
«Tenía un fusil M16 (…) Cuando lo vi desde un lado gritando que nos iba a matar, parecía una película de nazis o algo así», prosiguió el jóven. «Empezó a dispararle a esa gente, así que me eché al suelo y fingí que estaba muerto. Se puso a unos dos metros de mí. Podía oírlo respirar. Sentía el calor de su arma».
El último balance de muertos en Utoya asciende a 85, a los que hay que sumar las siete víctimas mortales del centro de Oslo.
Profundamente conmovido por lo sucedido, el primer ministro del país, Jens Stoltenberg, proclamó: «En mi juventud lo viví como el paraíso, ayer se transformó en el infierno».
(Fuente: Contrainjerencia)