Un viaje

No lo sabíamos aún
Pero ambas intentábamos reírnos miedosamente de lo que desconocíamos, pero que entendíamos que no andaba bien.
Un auto negro y amarillo
Un conductor que reconocí rápidamente: tosco, bigotes que superaban los labios, grandote y flaco.
Nos escuchaba mientras sufría su propio calvario: una fisura en una costilla a causa de un árbol que cayó sobre su auto durante un tornado.
Pensamos en silencio después de hablar, que hay días que tendrían que eliminarse de la faz de la tierra.
Pero nos acostumbramos a la imposibilidad de cambiar tramos dramáticos de nuestras existencias.
Nos miramos
Te alenté
Te calmó
Nos agarramos las manos.
Te volví a alentar
Nos reímos
Fuimos cómplices de esos momentos.
Si pudiera congelar ese viaje y regresarlo años atrás, el desenlace sería otro, pero la complicidad la misma.
Y pienso, que no se viven los mismos miedos en tránsito que en la quietud.
Son diferentes
Más llevaderos
Más fantasiosos.
Esperanzadores.
¿Cuántas situaciones e ilusiones viajan mientras cuatro ruedas giran?
Y paradójicamente, nací un día en que los taxis estaban en huelga
En una convulsionada Argentina donde convivían el terror, la ingenuidad y la ignorancia.
Y mientras pegaba mi primer grito en esta humanidad, también se apagaban las vidas de otros que lucharon por sus ideales.
Y la vida es así.
Nacer y morir
Morir y volver a nacer
Miedo a todo eso
Y curiosidad por más.
Nuestras manos y almas estaban juntas, sobre ruedas…
Igual como el día que nacimos: vos como madre, yo como hija.
Moverse
De eso se trata.
El último viaje
El último de esa forma
Porque después vinieron otros
Y vendrán más…
Hasta la última morada
Que no es la última,
Sino la siguiente, la otra, y la otra…

MP – Mayo 2017