Hoy vuelvo al diario viajero, pero esta vez ya no con recuerdos de París sino de un rincón mágico en Bruselas. Se trata del Museo del Traje y el Encaje, un espacio íntegramente dedicado a la exposición de prendas y objetos vinculados con la historia del vestir. En ocasión de visitar la ciudad me encontré con la muestra "Crinolina y compañía", un recorrido por las estructuras y enaguas de los vestidos femeninos de gran parte del siglo XIX y hoy quiero compartirlo con ustedes. Me acompañan?
Un ingreso muy original: enaguas que ofician de cortinado nos dan la bienvenida
Y como gran anfitriona, la crinolina: esa base sobre la que se desplegaban enaguas y faldas para dar el volumen tan característico del período. Realizada en algodón y en base a crin de caballos, la crinolina tomó diversas formas y acompañó el esplendor de la indumentaria de la nueva clase social -la burguesía- que hacía de la ostentación un modus vivendi.
Desde 1830 pero sobre todo desde mediados del siglo XIX, las faldas se ampliaron cobrando dimensiones increíbles. La profusión de detalles como bordados, apliques de encajes, puntillas y moños; así como los accesorios -capotas, sombrillas, guantes, abanicos-, fueron el indumento de las mujeres consortes de empresarios y acaudalados de entonces.
Conforme las modas cambiaban, lo hacían también las enaguas: el polisón reemplazó al miriñaque y dotó a las féminas de una nueva silueta con vientre plano y cadera exacerbada.
Un tesoro: libro de modistos de entonces con texturas y diseños de moda
Fue una grata sorpresa recorrer las callecitas de Bruselas y toparme con este lugar que me permitió viajar en el tiempo y disfrutar de la visión de prendas y accesorios que tantas veces he reseñado acá y en mis clases. Antes de irme no pude resistir la tentación de la autofoto en una instalación que exagera las dimensiones de estas enaguas...
Espero que el post les resulte de interés y que me dejen sus opiniones y comentarios, como siempre. Nos leemos, amig@s; buen miércoles:>