Un viaje sin retorno

Hola Aylan,

Me llamo Marta y vivo en Europa, ese continente del que nos sentíamos orgullosos por respetar unos valores comunes y fundamentales como los derechos humanos, la libertad y la igualdad. Ese continente al que tantos pueblos sometidos o subyugados a poderes totalitarios, a guerras sin razón, al hambre y a la pobreza, idolatran y ansían alcanzar al precio que sea. Ese continente que os rechaza, que no lo importa lo que, considera, no es su problema. Vivo en Europa y como europea me pregunto ¿que puedo hacer?

Tu imagen, esa imagen que ha dado la vuelta al mundo en unas horas, removiendo conciencias que todos esperamos perduren en el tiempo, no puede quedar en nada. Pero no eres el único que ha sobrepasado la barrera de ese elevado precio que cuesta llegar al paraíso, no, no lo eres y desgraciadamente no lo serás. Miles como tú, miles de niños, miles de adultos mueren diariamente en nuestras costas, en nuestras alambradas y en las de todo el mundo buscando una vida mejor, esa vida que ya nunca será mejor, pero tampoco peor, simplemente no será.

Y desde nuestros televisores y nuestros cómodos sofás nos echaremos las manos a la cabeza cada vez que una imagen como ésta o unas palabras tan sinceras de otro niño pidiendo SOLO el fin de la guerra vuelvan a encogernos el corazón y a hacernos sentir un poco culpables. Pero desde el calor de nuestros hogares el sentimiento de culpa es mucho más llevadero. Y el olvido es casi instantáneo.

¿Y que puedo hacer yo? sí, seguramente puedo aportar mi granito de arena, un granito de arena que sumado al de otros muchos harán una playa, una playa que no puede traer más cuerpos ahogados. No puede traer más sentimientos de culpabilidad por haber embarcado a tu familia en un viaje a ninguna parte, en un viaje sin retorno.

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