El último tramo de mi recorrido por esa parte de los llanos venezolanos en el estado Barinas, me llevó directo a la ciudad. Había dejado Hato Cristero, después de tomar un café y despedirme con nostalgia; y nos fuimos por otro pedazo de la carretera que no era el mismo por el que llegué. “A esta parte le decimos ‘la luna’ porque está llena de huecos”, me dice Humberto.
Era domingo y la ciudad estaba sola. Todos los comercios cerrados, las calles vacías, la gente escondida. El sol del mediodía iba dejando estelas de calor por todos los rincones y eso me daba la sensación que, por instantes, era una ciudad fantasmal; que las personas se escondían tras las puertas de sus casas para vernos pasar y comentaban entre ellos, en susurro. Pero no. Sólo era domingo y Barinas estaba tranquila.
El camino nos llevó casi hora y media más allá hacia la Represa del Masparro. Quizá fue menos tiempo, pero nos deteníamos de tanto en tanto para hacer alguna foto, para mirar el paisaje. De un lado, la carretera ascendente. Del otro, la represa inmensa, refrescante. Muchos vienen hasta acá para pasear en lancha, para darse un baño y pasar un buen rato pescando pavones. Desde Hato Cristero, los turistas pueden solicitar este paseo y si es temporada de pesca, con mucho gusto planean el traslado y hacen que todo sea más fácil. Es como estar en la playa, pero sin salir del llano.
Navegando por la Represa del Masparro
De vuelta a esa Barinas silenciosa, en el centro de su caos vacío, nos detuvimos en la Plaza Bolívar, con su Catedral inmensa y la Casa de la Cultura escoltándola. En la acera, un señor le vendía cotufas de colores a la nada; las palomas se divertían comiendo las que caían al suelo y algunos, como quien camina sin hacer ruido, entraban y salían de la Catedral, concentrados en sus oraciones. Mi mamá me enseñó, desde pequeña, a pedir un deseo si entraba por primera vez a una iglesia; y eso hice. No recuerdo qué pedí, pero dejé mis plegarias atrás para ir directo al aeropuerto. El vuelo a Caracas salió puntual y llegué a mi ciudad con el llano arremolinado en el pensamiento.
Puedes leer todas las partes de este viaje en Mi primera vez en Los Llanos y Los días en Hato Cristero.
La Plaza Bolívar y la Catedral de fondo