Revista Videojuegos

Un Zelda, distintos Links

Publicado el 11 junio 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx
Que The Legend of Zelda es uno de los títulos más importantes de la historia de los videojuegos es algo que no se le escapa a nadie. Hablamos de 25 años de historia de una de las sagas con más reconocimiento dentro de la industria del medio, reconocida por especialistas y público como una de las más influyentes, cuando no la mejor de la historia. ¿Existe realmente este pensamiento? ¿Es Zelda el mismo gran juego para todos?
Cómo The Legend of Zelda puede ser un juego distinto dependiendo de quién lo juegue (o no). Comprobarán cómo todos estos años de juegos y aventuras han creado tanto hordas de fans incondicionales como haters indignados con el rumbo de la saga. Y sí, también tenemos la opinión de alguien que nunca ha jugado un juego de Zelda. Los mismos juegos bajo tres puntos de vista distintos; el mismo Zelda para distintos Links.

Desde Hyrule con amor, por Mara Gilbert

El mero hecho de leer o escuchar la palabra “Zelda” produce en mí un cúmulo de sensaciones que raramente otras logran. Y no me estoy refiriendo únicamente al mundo de los videojuegos sino que es comparable a esa canción capaz de sacarme siempre una sonrisa, ese libro que releo cada año o aquella película que consigue hacerme llorar a pesar del enésimo visionado. Para mí, los videojuegos siempre han estado al mismo nivel que las otras artes, pero si encima hablamos de The Legend of Zelda (Nintendo, 1986) la cosa va mucho más allá.

Se podría decir que mi amor por los videojuegos va de la mano de la saga. Tras algún contacto previo con algún otro gran exponente del género como Faxanadu (Falcom, 1987), la llegada a mi casa de aquel cartucho dorado fue lo que lo cambió todo. Ese primer The Legend of Zelda me enganchó totalmente, a pesar de mi corta edad y la dificultad que tenía. Ese pequeño muchacho con su espada luchando con cientos de enemigos, mazmorra tras mazmorra, me cautivó haciendo que cuando a mis manos llegó el siguiente título lo cogiera con muchas ganas. Los principios del hype en mi vida estaban ahí, esos minutos entre tener el juego en mis manos e introducirlo en la consola sin tener ni idea de lo que me iba a encontrar. Hoy en día sigo tarareando la música de ese Zelda II: The Adventure of Link (Nintendo, 1987)

zelda cartucho Un Zelda, distintos Links

Cuando ese enamoramiento por la saga se estaba ya afianzando en mí, apareció en la vida de todos los jugones nintenderos “El cerebro de la bestia”. Con la llegada de Super Nintendo, aquello que ya me parecía perfecto en mi tierna inocencia mejoraba tremendamente dándome un Hyrule mucho más colorido, una historia más profunda y dos mundos por descubrir. The Legend of Zelda: A Link to the Past (Nintendo, 1991) es sin lugar a duda de lo mejor que se ha hecho en la historia de Zelda. Los que lo jugamos en su momento caímos rendidos a sus pies. Inolvidable aquel momento en las profundidades del bosque, ese claro lleno de pequeños animales, el héroe con paso decidido y al final, la Espada Maestra. Por todo lo que disfruté con The Legend of Zelda: A link to the past, recibí gratamente la noticia de la continuación que saldrá para 3DS. Claramente no será lo mismo ni tendrá la misma capacidad de sorprenderme a estas alturas, pero aún así ya cuento las horas para jugarlo.

Un buen día llegó a mi casa una cinta del Club Nintendo con imágenes que se quedaron incrustadas en mi cerebro para siempre, algo que recordaré hasta mi lecho de muerte. Llegaba  Nintendo 64. Se enseñaban imágenes de un nuevo Zelda – algo distinto a como fue finalmente –  suficientes para que los fans de la saga tuvieran sueños húmedos durante muchas noches, hasta que llegó el día en el que pudimos tener en nuestras manos una de las joyas de la saga y uno de los títulos preferidos por la mayoría de jugadores: The Legend of Zelda: Ocarina of Time (Nintendo, 1998). Después llegó The Legend of Zelda: Majora’s Mask (Nintendo, 2000).

No voy a entrar en debates sobre cuál fue mejor; los dos son enormes juegos, que me regalaron horas y horas de felicidad. Eran tan parecidos y distintos a la vez que no tendríamos que estar eligiendo uno,  sino más bien disfrutando ambos por cómo son, aunque si debo elegir uno desde el cariño infinito que le tengo a esta saga y lo que me ha hecho sentir, tendría que ser Ocarina of Time. Aquella Hyrule que nos mostró la Super Nintendo pasaba a ser un enorme mundo en tres dimensiones, con enormes praderas que recorrer a lomos de nuestra yegua Epona, cristalinos lagos en los que nadar, altas montañas que escalar… De repente teníamos infinitas posibilidades y mil aventuras que vivir en esas nuevas tierras de Hyrule. Te puede gustar otro título de la saga más que éste, pero el impacto que nos causó a todos los que veníamos de la anterior consola fue mayor que en ningún momento de la historia de Zelda.

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Link y Saria

No quiero seguir haciendo memoria, título por título, aunque muchos de los juegos de Zelda posteriores lo merecen. Quería escribir este texto desde mis recuerdos, desde las sensaciones, no desde un punto de vista analítico, y para ello nada mejor que centrarse en Ocarina of Time.

Fue con él con el que alcancé el mayor grado de emoción – a pesar de mi inmenso amor hacia A Link to the Past – , su mundo en 3D, su música, su historia… Cuando pienso en este juego me vienen sentimientos de ilusión, de verdadero cariño. Lo que vino después (Wind Waker, Twitlight Princess, los títulos de Nintendo DS) no lo superó, pero tampoco bajó el alto listón que los juegos de la saga Zelda habían establecido como la más sensacional de las franquicias.

Escuchar la banda sonora de cualquier juego de Zelda me lleva directa a la emoción, a tener la piel de gallina. Aunque haya gente que piense que la saga ha tenido mejores y peores momentos, los verdaderos fans de Zelda sentimos un amor por sus títulos que durará toda la vida, a través de sus nuevos capítulos. Para mí, cada anuncio de Zelda es una buena noticia que espero siempre con ganas. Muchos pensarán que soy una fangirl, y quizá estén en lo cierto. Ir hasta Londres para escuchar su banda sonora en concierto, tener un tatuaje del juego, un triforce colgado siempre al cuello e incluso llamar a mi perra Saria (adorable personaje del Ocarina of Time) quizá sean cosas que solo se pueden hacer desde el amor y la admiración hacia una saga de videojuegos. Para alguien como yo, que vive cada capítulo de The Legend of Zelda con esta pasión es imposible que ese sentimiento disminuya: siempre habrá una sonrisa en mis labios cuando haya nuevas noticias de ese muchacho vestido de verde, listo otra vez para salvar Hyrule y a su princesa.

¿La leyenda de qué?, por Vaciado Mortal

Dentro de unos cuantos años, cuando este blog haya culminado su conquista del Universo (haciéndole una OPA hostil a IGN, yo calculo) y a los que participamos en el proyecto nos toque conceder entrevistas y dar explicaciones sobre nuestro rotundo éxito en la vida, a ver cómo coño le cuento yo a mis fans que jamás caté un Zelda…

The Legend of Zelda (Nintendo, 1986) es una saga que abarca generaciones y dependiendo de tu fecha de nacimiento te ha podido tocar jugar en la Game Boy o hasta en Wii, al reciente The Legend of Zelda: Skyward Sword (Nintendo, 2011). En mi caso, son 32 tacos los que precisamente he cumplido este mes de Mayo, así que mi etapa de “impacto Zelda” fue en el principio de los tiempos: NES, SNES y Game Boy, cuando los juegos no llegaban traducidos. Que vale, tampoco es que fuera el Ulises de Joyce, pero todos sabemos cómo es el nivel idiomático en este país y si no que se lo pregunten a todos nuestros políglotas Presidentes del Gobierno.

Digamos que con 11 o 12 años que un juego donde había que leer más que lo habitual no viniera traducido, echaba para atrás. Es posible que algunos os llevéis las manos a la cabeza, pero esto era un serio inconveniente. Me costó comprar Quackshot (Sega, 1991) por este mismo motivo, así que creo que no hace falta decir nada más.

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El inglés me echa patrás

Y claro, si ya entonces no lo coges, luego, crecidito ya ni lo tienes en cuenta y buscas rollos más “serios”. Además a mí me tocó ser seguero (aunque tuve una Game Boy) así que poco más había que hacer. Desde fuera tengo que admitir que eran unos juegos que llamaban la atención, porque a todos siempre nos ha gustado ese tipo de historias de caballería, medievales, salva a la princesa, salva al mundo, etc.. ¡Qué coño! Estamos hablando de la génesis del videojuego, una dicotomía, el bien contra el mal, el palito de la izquierda del Pong (Atari, 1972) contra el de la derecha. Y Zelda personificaba a la perfección ese espíritu.

Otro problema es que en la generación actual (que es cuando yo me he reenganchado al videojuego tras mi etapa como rock-star a tope sin drogas) para el perfil de jugador del que estamos hablando (treintañero) el acceso al mundo Nintendo ha estado cerrado, a menos que nos quedasen ganas de hacer el monguer con la Wii. Que Nintendo se ha desentendido del público hardcore es un hecho consumado desde hace años, y es triste, porque la mitología videojueguil Nintendera es muy rica y ciertamente aprovechable, no sé el resto, pero yo sí que echo de menos jugar algún Mario mas allá de escarceos varios con el emulador de turno.

No resulta halagüeño el panorama, WiiU mediante, y como algunos comentan ya, tal vez la solución esté en que Nintendo “se marque un Sega”, renunciando a la fabricación de hardware para establecerse como third party y abrir su catálogo al mercado multiplataforma. Sería tristísimo, al igual que lo fue el fracaso de Dreamcast y la consiguiente transformación de Sega, pero su legado permanecería, y más público podría acceder a esas joyas videojueguiles que por ahora siguen estando restringidas a los osados valientes compradores de su obsoleto hardware.

Pero volviendo al caso que nos ocupa, la clave podría radicar en hacer un reboot tal como se vio en aquella demo técnica de la presentación de la consola. Tenía muy buena pinta pero por ahora nos vamos a tener que conformar con las chorraditas de la 3DS y ese remake de Wind Waker (Nintendo, 2002), que, de nuevo, renuncia a abrir el público de la franquicia, y vuelve a recurrir a lo de siempre actualizado mínimamente. Es el momento de que Nintendo vuelva a abrazar al público tradicional adaptándose, a la vez, a los tiempos que corren actualizando la saga, sin llegar a “Nolanizarla” pero quizá confiriéndole un tono más adulto. Esa es la impresión que da desde fuera. Yo abogo por ambas maniobras: apertura multiplataforma del catálogo (para poder acceder a los clasicazos) y actualización de la franquicia con el sello propio Nintendo. Le hace falta a Nintendo, nos hace falta a los jugadores. Recemos, pues, por que Nintendo vuelva a la senda que nunca debió abandonar y nos deje a más gente salvar a la princesa.

Anouma, el anti-Zelda,  por Lee

The Legend of Zelda ya no es una leyenda porque ya no es Zelda. Como gran aficionado de la industria del videojuego y debido al especial amor que he tenido a esta saga – mi favorita hasta hace unos años – posiblemente sea uno de los que más hayan sufrido con el rumbo que han tomado los recientes juegos de Zelda.

Todo lo que era Zelda, todo lo que significaba para la industria (era uno de los llamados pilares) ya no existe. Miyamoto dejó al señor Aonuma al cargo de la saga y a partir de aquí todo se acabó. Pero vayamos por partes. ¿Cómo era Zelda antes de esto?

Cuando The Legend of Zelda (Nintendo, 1986) nació en la NES fue un juego revolucionario por su forma de juego. Tenías un mundo libre en el que avanzar y forjarte la aventura a tu ritmo, perdiéndote por los escenarios, avanzando por sus playas, quemando árboles en el bosque (nunca había pensado en lo bruto que era Link hasta ahora mismo) o dando vueltas por las montañas usando bombas  para encontrar cuevas ocultas  y recompensas. Aunque en la segunda entrega se experimentó colocando combates en 2D para que el juego ganara profundidad aquello no funcionó del todo bien y por ello Nintendo nos regaló – Super NES mediante – el que muchos fans señalan como el mejor título de la saga: The Legend of Zelda: A Link to the Past (Nintendo, 1991). Aquello parecía inmejorable, hasta que nos llegó The Legend of Zelda: Ocarina of Time (Nintendo, 1998), el juego que más veces ha ganado el título de “Mejor juego de la historia” (de ese año, claro).

Shigeru Miyamoto Un Zelda, distintos Links

El padre y creador de Zelda.

Estos – sumando The Legend of Zelda: link’s Awakening (Nintendo, 1993) – serían “Los Cinco Zeldas”, juegos donde la saga tuvo su mayor esplendor y reconocimiento. Exploración, libertad, ser el héroe paso a paso… la propia esencia de Zelda se ve en cualquiera de estos títulos. Recordemos que su creador ha reconocido en incontables ocasiones que Zelda está basado en su diversión por explorar cuevas por Kyoto cuando era niño.

Miyamoto, cada vez más presionado y ocupado por Nintendo, tuvo que dejar de involucrarse tanto en los juegos, así que se nombró a Aonuma como su sustituto.  Ya en su primer juego, The Legend of Zelda: Majora’s Mask (Nintendo, 2000) vemos un cambio en la esencia de la saga: existe un límite de tiempo para jugar y además, dado el peculiar sistema de juego, tendrás que repetir muchas cosas varias veces. Ahora la historia intenta ser mucho más profunda, dándole a la leyenda un toque de shonnen malo en el que los malos no son tan malos, y en el que la fuerza de la amistad podrá con el mal. Y con estos toques japoneses se perdió el estilo totalmente occidental de la saga, y se orientalizó hasta límites insospechados: nombres, diseño, jugabilidad…

The Wind Waker, Phantom Hourglass, Spirit Tracks, Skyward Sword… Juegos en los que hay que repetir las acciones varias veces, en los que perdemos nuestra libertad al estar atados a un transporte, en los que la historia intenta ser algo más y acaba siendo algo ridículo. ¡Los títulos de la saga Oracle of Ages/Seasons (Capcom, 2001) que salieron para Game Boy Color son mucho más Zeldas y eso que los hizo Capcom! Aquí hay algo que no funciona, máxime cuando se está viendo con cada nuevo capítulo que la saga interesa cada vez menos a los fans, cada vez recibe peores críticas de la prensa, y cada vez tiene menos apoyo de los jugadores habituales de los títulos de la saga. Pero es que la cosa no acaba en los juegos…

Está claro que Eiji Aonuma es el Anti-Zelda, al menos así lo es para mí. Ha declarado en diferentes ocasiones que no ha jugado el primer Zelda, el de NES. ¿Cómo puede ser que el encargado de un proyecto así no conozca los juegos en los que se basa su trabajo? Está obsesionado con cambiar la saga a su gusto, cuando lo que debería hacer es dejar Zelda en paz y lanzar juegos que sean de otra saga, una nueva que invente él. Lo mismo va y se saca una obra maestra de la manga. Estaría bien que lo intentara, porque lo que está claro es que no sirve para dirigir o producir un juego de la saga Zelda.

Eiji Aonuma Un Zelda, distintos Links

La nueva cara de Zelda.

Nintendo proclama en cada entrega de la saga Zelda que será la mejor nunca hecha, que dejará atrás los capítulos anteriores y que blalablá. Deberían prestar más atención a la opinión de la gente, sobre todo a esa que cada día se acentúa más, esa que señala que los nuevos juegos de Zelda ya no tienen la esencia que les caracterizaba. Ellos lo llamarán innovación, pero los que hemos jugado a estos juegos desde los inicios sabemos que los cinco Zeldas de Miyamoto tiene muchos más componentes innovadores que estos otros.  Skyward Sword ha pasado totalmente desapercibido, y eso que estaba dentro de la gran campaña del 25 aniversario de la saga. Peor es aún contemplar esa absurda cronología que Anouma se ha sacado de la manga, con la que quiere establecer conexiones temporales entre sus juegos. Se está haciendo todo muy mal y esto no va a acabar bien porque Zelda ya no tiene esencia, Zelda ya no tiene poder… Zelda ha dejado de ser leyenda.

La entrada Un Zelda, distintos Links es 100% producto Deus Ex Machina.


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