El inminente presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, podría haber utilizado muchos términos para descalificar a Meryl Streep, tras su discurso en la 74ª edición de los Globos de Oro, pero escogió este: “es una actriz sobrevalorada”, escribió en su cuenta de Twitter, que es como ahora se anuncian las gradilocuencias. En los últimos días, he leído comentarios lacerantes de gente que, incluso, tenía por bastante cabal, sobre la actitud de la mencionada actriz denunciando lo que se avecina. Bastaría echar un vistazo al impresionante currículum de esta mujer para hacer recuento de la cantidad y calidad de galardones que ha cosechado en sus 45 años de carrera: tres Oscar, siete Globos de Oro, dos BAFTA, dos Emmy, mejor actriz en Cannes y un César de honor, entre otros premios.
Meryl Streep ha formado parte de algunas de las mejores películas que se han rodado en el último tercio del pasado siglo y principios del presente. Valgan como ejemplo ‘El cazador’, ‘Manhattan’, ‘Kramer contra Kramer’, ‘La decisión de Sophie’, ‘Memorias de África’, ‘La mujer del teniente francés’, ‘Los puentes de Madison’, ‘El ladrón de orquídeas’… Quizá me deje alguna otra destacada en el tintero. Lo curioso es que hace algo más de un año un periodista le preguntó a Trump, durante una entrevista, quiénes eran sus actrices favoritas. Y mencionó a dos: Julia Roberts y Meryl Streep. Sobre esta última añadió entonces: “Es excelente y una gran persona”.
Una de las cualidades más sobresalientes que de Meryl Streep se suele destacar es su naturalidad para adaptarse a los distintos personajes que interpreta. Valga el caso de su Margaret Thatcher en ‘La dama de hierro’, un papel que sencillamente bordó. Y sobre su calidad humana, basta escuchar a Al Pacino cuando se refiere a ella. La actriz fue pareja de John Cazale, con el que vivió la enfermedad de este formidable actor italo-americano, fallecido de un cáncer en 1978. Pacino recuerda aquellos días como todo un ejemplo de amor y devoción de un ser humano hacia otro. Y por eso, confiesa, cada vez que la ve, no la contempla tanto como la magnífica actriz que es, sino como aquella mujer que, rota de dolor, dio consuelo y aliento hasta el último día a su compañero moribundo.