Marisol Ayala
La conocí cuando era una niña. No tendría más de 10 añitos. Su madre, una mujer guapa, de piel blanca, ojos azules, alta y delgada, la llevaba a la piscina. Yo era nadadora y un día supe que buscaban a una de nosotras para enseñar a aquella criatura cuya discapacidad física no era grande, pero su falta de atención sí. No lo dudé. Durante dos veranos nos bañamos juntas. El chófer aparcaba en la puerta y su mamá la acercaba a la piscina donde la esperaba. Casi a la fuerza le quitaba el vestido, le ponía un bañador azul y le untaba la nariz de cremita. A partir de ahí era mía. Se trataba de quitarle el miedo al agua y poco a poco logramos el objetivo. Una hora duraba el baño. Durante ese tiempo la mujer se sentaba en el borde de la piscina protegida por una sombrilla, sin perder de vista a su hija. Fue la primera vez que tuve consciencia de estar con una niña discapacitada y evidentes rasgos autistas. Recuerdo que a mi alumna le encantaba la música y que cantaba bajito, como a lo suyo, por tanto chapotear era para ella más atractivo si había ritmo. Esa fue mi baza. La tabla acuática que sostenían sus brazos corpulentos no dejaba de hacer sonar el ritmo de mi mano mientras me correspondía feliz con unos risueños y maravillosos ojos azules, verdosos, unos de los más bonitos que he visto jamás.Con el paso del tiempo tuve conversaciones cómplices con la madre en las que intuí el dolor que le suponía el futuro incierto de su hija. No recuerdo si Eli, así se llamaba, tenía hermanos; sabía poco de ellos. Lo que sí supe siempre es que la persona que la traía y la llevaba era su madre. Pasado el tiempo la vida nos separó. Ella me regaló un reloj y yo un juego y no volvimos a vernos. Alguna vez pensé qué habría sido de aquella niña, de su vida, de sus cuidados, la gran preocupación materna. Nunca olvidé ni sus ojos, ni su alegría cuando me veía. Pero la vida es muy puñetera y te espera en la esquina. En Navidad acudí a comprar manualidades que jóvenes discapacitados exponen en Adepsi, asociación que atiende a estos chicos. De pronto entre tanta bulla en un rinconcito, bailando sola, estaba ella, Eli. Ya es mayor.La abracé y me miró con extrañeza. Su madre no estaba...
www.laprovincia.es/opinion/2015/01/18/alumna-especial/666876.html
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Revista Solidaridad
Sus últimos artículos
-
Los olímpicos y paralímpicos españoles no vestirán igual porque Joma quería cobrar a los paralímpicos
-
Isidre Esteve: “Llegué a pensar que no volvería al Dakar”
-
Air Europa se niega a pagar la silla que rompió a un tetrapléjico
-
Una madre denuncia la falta de un monitor en el instituto para su hijo con discapacidad