La balada de Tom el Negro se me hizo demasiado corta. Vale, es una novela que se etiqueta precisamente en ese género, pero el escritor estadounidense Víctor Lavalle plantea tantos temas sólo en pinceladas que, aunque esta técnica hace crecer las ansias de conjeturar, se me queda todo en blanco y negro, pierdo los grises y me siento coja de saber cómo el protagonista evoluciona hasta su sorprendente final. Me dan ganas de rellenar muchos huecos sobre el racismo, el blues, el jazz, el inmenso potencial que el odio tiene a la hora de generar la violencia extrema, mucho más que la locura. Aún así, me parece esta novela corta un "disparador" de diálogos entre adolescentes y adultos, una forma de, en estos tiempos donde apenas hay opción de ejercer el ocio tranquilo y reposado, convirtamos nuestra familia en un club de lectura. Aunque está etiquetado como libro de terror, para mi gusto estaría más enmarcado en el género de fantasía, pero esto es una fruslería sin mayor importancia. La balada de Tom el Negro ya ha recibido premios como el British Fantasy y el Shirley Jackson en 2017 de los que, por cierto, no había oído hablar en mi vida y que voy a dedicarme un ratito a averiguar qué obras han galardonado en otras ediciones, que seguro es una buena forma de adentrarse en lo que se cuece en el mundo de la fantasía.