Ven a mí sin demora, amada, aprovechemos esta noche que nos cubre con su negro manto y alejémonos de todo bullicio. Dame tu mano adorada y caminemos de puntillas para no hacer ruido, para no despertar a las estrellas. Vamos a convertirnos de nuevo en aquel par de amantes fugitivos que se llamaron Romeo y julieta y escondámonos en algún lugar lejano. Dejemos que el silencio y la noche sin luna sean nuestros aliados.
Quiero vivir esos tiempos que no conocimos cuando éramos adolescentes. Abre la ventana de tu cuarto y, con el mayor de los sigilos, escabúllete para acompañarme, corre descalza sobre el césped húmedo de rocío que yo te esperaré en la esquina más cercana.
Te aguardaré en el rincón más apartado del jardín del Edén, sin tapias ni cercas. ¿Te acuerdas de cómo nos escondíamos, recostándonos en el grueso tronco de aquel olivo milenario donde grabamos nuestros nombres en esa otra vida? Ahora sé que no era sólo un sueño, que fue real en otro tiempo, tal vez en otro mundo. La emoción de encontrarnos y el perfume que emanaban los jazmines en flor aún me llegan como recuerdos remotos de aquel pretérito instante, de aquella vida no olvidada.
Ven como sólo tú puedes, amor, y tómame de la mano. Hay veces en que, embotado en un ensueño, cierro los ojos para rememorar aquellos primeros besos de amor que nos dimos. Y sonrío; sonrío y me plazco con el recuerdo de nuestras bocas torpes buscándose nerviosas. Añoro tu lengua serpenteando ávida entre mis dientes o cómo gemías cuando mordía tus labios.
Añoro el deleite de mis manos en tus mejillas, para sentirlas ardiendo al verme llegar.
¡Cuánto deseo y necesito esas caricias que dejarán de ser inocentes para aventurarse cada vez más allá y comenzar a descubrir las maravillas de tu cuerpo! Inútil decir que de tanto mirarnos, acariciarnos y besarnos nos aprenderemos el uno al otro de memoria. Hasta que llegue el día en que no necesitaremos vernos, sólo con dejarnos llevar por los caminos memorizados a base de caricias de enamorados ir descubriendo el amor verdadero por primera vez ambos.
En noches como esta no puedo evitar las ganas de estar entre tus brazos, de besar tu boca, de sentir tus manos sobre mi cuerpo. Pero no tengo más que las mías para recordarte y a ellas me entrego, deseándote mientras lo hago, y es tan nuevo esto para mí como intuyo lo es para ti. Estoy seguro de que en algún momento se me escapa tu nombre en sueños. Dime algo, ¿tú, aunque no reposes sola, también sientes estos estragos? ¿Me llamas silenciosamente en la oscuridad de tu cuarto? ¿Me deseas con la misma fuerza de mis manos?
¡Ven, amor mío, ven! ¡Entrégate junto a mí al placer de los deseos! Ninguno de los dos puede negarlo. Por eso, esta noche, ahora que el destino ha vuelto a reunirnos, te pido que mientras todo el planeta duerme, salgamos a amarnos…