
Me dirán que estoy loco si les digo que la Biblioteca Central de mi Universidad —gran parte del patrimonio bibliográfico de una institución como la Universidad de Extremadura— ha estado abierta en la noche de este pasado viernes 17 de abril para la celebración de una cena de unas cien personas organizada por una empresa de catering de Cáceres. Las redes sociales están llenas ya de fotografías del interior de la sala general de nuestra biblioteca ocupada por comensales, de la puerta de acceso al pasillo lateral del edificio tomada por una furgoneta y una carpa para el abastecimiento de materiales y productos, y de la plaza Erasmus convertida en una terraza con cómodos sillones para beber copas. Es una vergüenza que se dé este uso a los bienes públicos, a un espacio que no es cualquier espacio, sino una biblioteca que alberga más de doscientos mil volúmenes, un patrimonio vital para una universidad. No sé dónde estará el límite de este esnobismo frívolo; pero lo cierto es que estamos rodeados de irresponsables hasta el hartazgo. ¿Cómo creer a aquellos que fomentan la lectura y la importancia de las bibliotecas cuando permiten esto? ¿Cuál será la próxima ocurrencia en un centro que en las últimas movilizaciones estudiantiles ha estado abierto durante toda la noche sin vigilancia alguna? Qué espanto.

