Revista Literatura
- Hola San Pablo.- Hola mi Princesa.- ¿Desde cuándo puedes hablar?- Creo que siempre he podido hacerlo, pero nunca he tenido nada que decir hasta que llegué aquí, a la Isla La Mitad, y me topé con Lenta Victoria y Derrota Veloz.
- ¿La Mitad? ¿Así se llama esta isla? Nunca la he oído mencionar –dijo Alberto. ¿Y dices que está habitada?- Sí y no. No hay hombres, pero hay habitantes –repuso San Pablo.Patricia preguntó nerviosamente quiénes eran Lenta Victoria y Derrota Veloz.Incorporándose y con una mueca de satisfacción el león explicó a sus amigos que Lenta Victoria era una tortuga y Derrota Veloz una liebre, y que ambos pasaban el día, cada día, en una interminable carrera, y que descansaban al atardecer comentando las incidencias de la agotadora jornada compartiendo una botella de ron que nunca se acababa pues sólo bebían la mitad de lo que contenía.La joven pareja estaba boquiabierta, no ya por escuchar hablar a un león sino por lo que éste les contaba.Al hacerse consciente de que no estaban amenazados por ningún peligro inmediato, el joven pirata se sentía estimulado, dispuesto a desplegar todo su talento, su fortaleza y su voluntad para extraer de La Mitad todo aquello que fuera necesario para emprender una travesía que devolviera a su amada a la paz de su reino, aun conociendo el riesgo de que lo hicieran bailar espontáneamente al extremo de una cuerda.Dedicaba su tiempo a llevar leña al punto más alto de la isla para tener una hoguera permanentemente encendida y comenzó la construcción de un pequeño velero que pudiera alojarlos a todos. Trabajaba mientras había luz y al atardecer se unía al extraño grupo que formaban Patricia, San Pablo, Lenta Victoria y Derrota Veloz. Eran noches felices alrededor de una botella de ron y un hogareño fuego. Contaban historias, bebían y, a veces, danzaban.
- ¿La Mitad? ¿Así se llama esta isla? Nunca la he oído mencionar –dijo Alberto. ¿Y dices que está habitada?- Sí y no. No hay hombres, pero hay habitantes –repuso San Pablo.Patricia preguntó nerviosamente quiénes eran Lenta Victoria y Derrota Veloz.Incorporándose y con una mueca de satisfacción el león explicó a sus amigos que Lenta Victoria era una tortuga y Derrota Veloz una liebre, y que ambos pasaban el día, cada día, en una interminable carrera, y que descansaban al atardecer comentando las incidencias de la agotadora jornada compartiendo una botella de ron que nunca se acababa pues sólo bebían la mitad de lo que contenía.La joven pareja estaba boquiabierta, no ya por escuchar hablar a un león sino por lo que éste les contaba.Al hacerse consciente de que no estaban amenazados por ningún peligro inmediato, el joven pirata se sentía estimulado, dispuesto a desplegar todo su talento, su fortaleza y su voluntad para extraer de La Mitad todo aquello que fuera necesario para emprender una travesía que devolviera a su amada a la paz de su reino, aun conociendo el riesgo de que lo hicieran bailar espontáneamente al extremo de una cuerda.Dedicaba su tiempo a llevar leña al punto más alto de la isla para tener una hoguera permanentemente encendida y comenzó la construcción de un pequeño velero que pudiera alojarlos a todos. Trabajaba mientras había luz y al atardecer se unía al extraño grupo que formaban Patricia, San Pablo, Lenta Victoria y Derrota Veloz. Eran noches felices alrededor de una botella de ron y un hogareño fuego. Contaban historias, bebían y, a veces, danzaban.