No hay nada mejor que, despues de disfrutar de una magnífica jornada de pesca en buena compañia, poder compartir las experiencias y anecdotas acaecidas con aquellas personas que disfrutan de tu misma aficción, este veneno que cala tan hondo que hace imposible su cura.
Por ello aquí os dejo lo sucedido hace ya algunas semanas en una de las múltiples charcas que salpican la geografía exrtremeña, espero que os guste pues para mi es un placer compartirla con todos vosotros.
Hace ya unas cuantas semanas tuve la oportunidad de disfrutar de una buena tarde de pesca acompañado de mi buen amigo Luis, con el que por motivos laborales me es casi imposible coincidir todo lo que me gustaría.
El destino elegido, una pequeña charca situada no muy lejos de su casa y en las que esperábamos pasar una tarde entretenida y sin grandes pretensiones, pues al ser un emplazamiento en el que se puede pescar desde orilla en casi la totalidad de su perímetro y que es a menudo frecuentada por personas que, debido a su edad, al desconocimiento o simplemente a que les parece que aquel que captura y suelta un pez no puede uno por menos que llamarlo “tonto”, la población de Basses es periódicamente esquilmada.
Sin embargo, y para nuestras sorpresa, nos encontramos al llegar con orillas llenas de Basses, eso si, de pequeño tamaño que atacaban sin piedad ni descanso nuestros artificiales, así como algunas insensatas libélulas que bajaban con osadía a tocar la superficie del agua.
La tarde iba pasando, dejando en el camino algún que otro Bass de un tamaño bastante respetable, aunque lo bueno estaba aún por llegar y es que los habitantes de esta charca parecían estar más que de acuerdo con aquello de que “lo bueno se hace esperar”.
Aunque no era desde luego la postura más llamativa de la charca, desde el primer momento me transmitió buenas vibraciones. En la orilla más despejada de la charca, el caído eucalipto, que aún conservaba en su copa muchas de las hojas que otrora verdearan, se encontraba por completo metido en el agua, ofreciendo en su final sombra y cobertura en una zona de bastante calado, convirtiéndose en una postura ideal donde un gran Bass podría descansar y acechar a sus presas.
Mi amigo Luis debió pensar lo mismo, pues ambos pasamos largo rato probando diferentes señuelos y presentaciones para intentar sacarle al árbol el deseado premio, pero desde luego no iba a ser tan sencillo y en este primer intento, a pesar de tocar metódicamente cada hueco y postura posible, no fuimos capaces de engañar a ninguno de los buenos Basses que esperábamos albergara.
Decidimos cambiar de posturas y los peces de pequeño y mediano tamaño seguían entrando sin parar. La tarde mientras tanto iba acercándose a su final, como indicaba el rojizo tono que iba tomando el horizonte, quedando apenas tiempo para tocar un par de posturas más y fue entonces cuando, bien por instinto, casualidad o tan sólo pura suerte decidí deshacer mis pasos y volver a ese eucalipto que tan buenas sensaciones me transmitió, cosa de la que siempre me alegraré y que me también me enseño que, a veces, uno debe guiarse por el instinto.
La tarde llegando a su fin había traído consigo la total desaparición de hasta el más mínimo rastro de viento y la superficie del agua se encontraba tan tranquila y reposada como una balsa de aceite. Podrían haber sido muchos los señuelos adecuados para la ocasión, pero el hecho de que la luminosidad de la tarde se encontrase bastante mermada, de que la charca sufre bastante presión de pesca y por tanto esos peces atacarían con menor recelo un señuelo novedoso, me decidí por probar uno de los paseantes que el amigo Ángel García me ha regalado y que por sus características, al tratarse de un modelo mudo, en color oscuro y, como buen señuelo artesanal hecho a mano, con un movimiento único y diferente de cuantos paseantes he probado, lo hacían perfecto para intentarlo.
En esta ocasión mis deducciones fueron correctas, ya que nada más realizar el primer lance, un lance paralelo en el que el paseante con cada uno de sus saltos y zig-zags, que rompían la quietud y tranquilidad de una superficie que bien podría confundirse con un espejo, rozaba ligera e imperceptiblemente el borde de las ramas sumergidas del eucalipto …
Y entonces todo tembló, hasta el último extremo del eucalipto se movió dejando entrever que algo grande había sido atraido por el pasente y se dirigía hacia el. Los nervios a flor de piel esperando la picada que no se hizo esperar demasiado cuando, una oscura y tremenda boca hizo desaparecer bajo la superficie el señuelo y, casi de inmediato intentó volver a la espesura de la que procedía. Sin embargo logre frustar los intentos de Bass y, tras varios minutos que se hicieron interminables por la tensión del que sabe que tiene al otro extremo un gran ejemplar, logre por fin hacerme con un Bass que, aún no estando en su mejor forma física, arrojo el nada despreciable peso de 2,340 kg.
Tras las oportunas fotos y su devolución al agua, y ya casi con el último rayo de sol disponible, me propuse a hacer el que sería el último lance de la jornada, aunque a decir verdad tras el escándalo formado por la captura anterior no esperaba grandes resultados. Sin embargo, nada más comenzar a recoger de nuevo el paseante Agr otro precioso Bass de 1,580 gr lo tomo con franqueza para poner la guinda a una breve pero estupenda tarde con buenas capturas y mejor compañía.
Espero que os haya gustado esta crónica y voy a dedicarla a mi amigo Luis Calamonte, gran apasionado de esta pesca y buenísima persona, por acompañarme en esta y tantas otras magníficas tardes de pesca y por supuesto a Ángel García, por ser un buen amigo y por el detalle que tuvo regalándome estos paseantes que ya me han hecho disfrutar de lo lindo y han hecho posible las magníficas capturas relatadas en esta crónica.
Un saludo a todos