Parece que se va acercando la primavera. Al menos para algunos. Para otros, como yo, todavía es invierno y estamos muy lejos de ver la luz al final del túnel. Aquí sigue estando todo oscuro y frío, solitario, triste y gris. Un invierno que no termina, en el que los días son cada vez más cortos y más fríos y en el que las noches son interminables, antipáticas y negras. Si al menos hubiese luna llena…
En estas condiciones lo mejor es sonreír y pensar que la cosa no va conmigo.
Alejarme de los árboles para poder ver el bosque y no perder la perspectiva, parece una buena estrategia.
Seleccionar lo mejor de cada día y olvidar lo malo también parece una buena estrategia.
Debo tratar de darme cuenta de que la cosa podría ser mucho peor y dejar de lado la idea de que podría ser mucho mejor. Otra buena estrategia basada en la conveniencia. Hay que ser un caradura para poder ver el vaso medio lleno. Hay que ser un descarado para ver las cosas según te interesan.
En estas condiciones debo ser caradura y descarado.
Igualmente debo ser alegre y hacer la vida agradable a los que me rodean. Esto es importante, porque cuanto mejor estén ellos, más y mejor me cuidarán a mí. Suena egoísta, pero en mis circunstancias debo ser humilde y aceptar la ayuda sin rechistar.
Parece una buena estrategia ser egoísta.
Lentamente, el hilo de la vida se va deslizando con suavidad entre los dedos dejando un invisible surco que, a su vez, dejará constancia de que estuve aquí, consciente y presente, absolutamente vivo. Hay que aprovechar al máximo cada centímetro de hilo porque nunca irá hacia atrás. Siempre hacia delante, constante, cada día un poquito más.
Así hasta que se termine la madeja.