Aprovechamos la cuarentena china para cenarnos “La línea invisible”. Me acerqué con reparos, está claro. Durante años la cultura española ha sido, en el mejor de los casos, equidistante con el terrorismo nacionalista y de extrema izquierda que practicaba el nacionalismo cruento vasco. Creo que hasta "Todos estamos invitados" no vi una película que se posicionara de manera clara contra el terror de ETA. En este caso, mis recelos eran infundados. La serie es un muy buena, y se nota la mano lejana de Gaizka Fernández y de sus obra. Y es muy buena por varios motivos:
- Refleja bien qué fue ETA y su lógica enloquecida la que decidió, después de varios años, cruzar la línea que suponía matar a una persona. La asamblea del capítulo cuarto es un buen ejemplo de ello: unos cuantos niñatos de viente años votando entre un conjunto de personas -a muchas no las conocen- para ver a cual matan.. Así de cierto.
- Refleja muy bien el ambiente tóxico de finales de los sesenta, cuando las ensoñaciones de la extrema izquierda y las luchas por la descolonización convirtieron en verosímil a ojos de una parte de la población el relato sabiniano de la patria ocupada.
- Refleja bien el papel de los intelectuales: gentuza como Krutwig o Emparanza, castellano parlantes ambos, por cierto y cómodamente instalados en su vida burguesa en el sur de Francia, mandando a matar, y a morir, a jóvenes burgueses de poco más de veinte años.
- Y refleja en fin, que José Antonio Pardines era mucho más que un número. Era una persona, con un pasado y, sobre todo, con un futuro por delante. Fue asesinado a sangre fría y a traición por un Echevarrieta que iba hasta arriba de anfetaminas, como confesó años después Sarasqueta.
- Y mención aparte merece el comisario Manzanas. Durante años lo único que hemos sabido de él es que era "un torturador". Como si los tíos que secuestraron y torturaron a Ryan, a Abaitua, a Ortega Lara o a Miguel Ángel Blanco fueran otra cosa. Manzanas era mucho más que "un torturador", era un carlista vasco y vascoparlante -no como Echevarrieta, por cierto-, un policía posiblemente corrupto y que actuaba siguiendo las lógicas de la policía de su época (Andreas Baader se suicidó en la cárcel, no te jode). Su torpeza es también un reflejo de la incapacidad del régimen a la hora de responder a la violencia etarra.
Una serie buena, una buena serie. Bien contada, bien guionizada y con una fotografía excelente.