Antes de la guerra vivías con tu marido, tu hija y tu madre en una casa humilde, en un pequeño pueblo cerca de Jersón. Tu marido trabajaba en una empresa de Jersón. Luego Rusia invadió tu país y a tu marido lo reclutaron. Murió (lo mataron) en el norte, defendiendo Kiev. Una prima tuya se fue con sus hijos a Polonia, huyendo de la guerra. Te ofreció irte con ella, llevarte a tu hija y a tu madre también. Pero tu madre no hubiera soportado el viaje, tal vez. Así que te quedaste. Viste cómo los rusos ocupaban Jersón y su región adyacente, tu tierra. Os ocultabáis como podíais, y las tres sobrevivistéis. Aunque hubo vecinos que no. Luego el ejército ucraniano (hace unas horas) recuperó tu pueblo y siguió avanzando hacia Jersón. Ahora estás mirando por la ventana de la cocina. Ves en mitad del campo un vehículo blindado ruso. Todavía humeante. La odiada Z resalta en el frente y en el lado que puedes ver. Tan odiada como la hoz y el martillo o como la esvástica que odiaron tus abuelos. Piensas que pasastéis mucho frío esta noche porque un proyectil ruso abrió un boquete enorme en la pared del comedor. Por suerte estabáis las tres en el otro lado de la casa. Miras de nuevo el blindado ruso y se te ocurre una idea.