Edición: Lumen, 2012 ISBN: 9788426421159
Páginas: 560
Precio: 22,90 € (e-book: 14,99 €)
—El corazón de la gente…, el corazón de los demás parece que se llena de amor y se vuelve a vaciar, como la marea que viene y se va. Nunca lo he comprendido. El mío nunca ha cambiado. Se llenó y sigue lleno. Sigue lleno incluso ahora…, incluso ahora (pág. 125).
Un misterio en el pasado, una evocadora recreación de la costa inglesa y una prosa envolvente son los ingredientes de la segunda novela traducida al castellano de Katherine Webb (Kent, 1977), una autora licenciada en Historia que se estrenó en el mundo literario con El legado (2011), obra que obtuvo un éxito notable entre el público de su país y de otras regiones de Europa. Una canción casi olvidada se presenta como su consolidación y viene acompañada de una comparación inevitable con Kate Morton, con la que tiene mucho en común.
Empecemos por el principio. Una canción casi olvidada narra la historia de Zach Gilchrist, un hombre de mediana edad que acaba de divorciarse y ve cómo su galería de arte pierde beneficios día tras día. Después de separarse de su hija, lo único que le queda es su pasión por las obras de Charles Aubrey, un pintor francés que vivió a principios del siglo XX por el que siente una verdadera fascinación. Decidido a descubrir algo más sobre la vida de Aubrey y lo que se esconde detrás de sus cuadros, Zach viaja a un pueblo de la costa donde el artista pasaba las vacaciones. Allí conoce a Dimity, una anciana solitaria y peculiar que en su juventud posó para el pintor y ahora parece la única puerta posible para acceder a los secretos inconfesables del creador. Asimismo, Zach hace buenas migas con Hannah, una campesina de carácter fuerte con la que tal vez consiga superar su ruptura, aunque ella no se lo va a poner nada fácil.
Lo primero que me llamó la atención de la novela de Katherine Webb es su capacidad para transmitir sensaciones a través de las descripciones del lugar: empieza con la recreación del vendaval en la costa y a lo largo del libro nos regala numerosas escenas en las que el lector casi puede sentir el aroma del mar, además de un maravilloso pasaje situado en Marruecos en el que el exotismo de este país se plasma con todo su esplendor. La trama está incrustada en este marco, vive de él y se alimenta de los recursos que este entorno le proporciona; no podría desarrollarse en otro escenario.
En segundo lugar, tal y como se intuye en la sinopsis, la novela alterna dos hilos argumentales: por un lado, Zach, los descubrimientos que hace en presente junto a Dimity y su relación con Hannah; por el otro, los recuerdos de Dimity, que se narran en tercera persona y construyen las temporadas en las que esta mujer estuvo cerca del pintor Charles Aubrey. Las dos tramas se siguen con mucha facilidad porque en todo momento queda claro a qué etapa se refiere cada una, pero aun así he tenido debilidad por la del pasado, con ese ambiente de principios del siglo XX y grandes dosis de romanticismo y drama. Esta historia me pareció más interesante, tanto por el hecho de averiguar qué hay detrás de Aubrey como por los personajes que aparecen en él, más variados y ricos (Celeste, las hijas del pintor y la madre de Dimity le dan mucho color a la novela), y también porque considero que es en esta parte en la que las descripciones son más evocadoras, probablemente por el hecho de retratar un momento que desde el punto de vista actual nos resulta más puro y bohemio, atractivo.
Por el contrario, en el tiempo presente tuve la sensación de que le sobraban páginas, sobre todo durante la primera mitad, cuando Zach y Hannah empiezan a conocerse, y los dos protagonistas me resultaron un tanto sosos al lado de las personas que intervienen en la otra trama (con «sosos» no me refiero a su personalidad —ella es de todo menos anodina—, sino al papel que desempeñan en la novela: previsible y poco jugoso). De hecho, esta etapa no deja de ser la típica historia en la que un personaje que pasa por un mal momento centra su interés en algún tema pasado y por el camino conoce a un compañero con el que congenia, una aventura que he leído muchas veces y nunca ha conseguido enamorarme. No es que la parte del pasado sea original, pero al tener más misterio, más dramatismo y un paisaje de fondo sugestivo gana muchos puntos.
Por otra parte, una de las grandes virtudes de este libro está en sus últimas doscientas páginas, en las que compensa con creces esos momentos iniciales en los que tenía un poco de relleno: la recta final está llena de giros argumentales, engancha y sorprende hasta su desenlace; hacía mucho tiempo que no leía un tramo tan trepidante como este, y solo por eso ha merecido la pena seguir leyendo. Katherine Webb demuestra tener todas las ideas bien atadas, no cae en las soluciones evidentes y desvela los secretos poco a poco, de una forma con la que consigue captar la atención del lector.
Con respecto a la escritura, Una canción casi olvidada pertenece a ese grupo de novelas comerciales asequibles y entretenidas, pero no por ello exentas de cuidado: la prosa de la autora está llena de fragmentos elegantes y evocadores, acordes con el contenido del libro, y en conjunto se lee con mucha facilidad. Creo que gustará sobre todo a los lectores amantes de las novelas extensas, con historias de las que enganchan, muchos sentimientos y misterio, así que si os sentís identificados con esta definición no os perdáis Una canción casi olvidada: la costa inglesa de la mano de Katherine Webb es un lugar perfecto para perderse durante unas cuantas noches o semanas. Por mi parte, no me ha entusiasmado por una cuestión de gusto personal: me cuesta sentir empatía por el tipo de situaciones dramáticas, con sentimientos llevados al extremo, de la trama en pasado (me va más el realismo puro y duro), pero aun así he disfrutado mucho de la lectura.
Cambiando de tercio, esta obra me ha permitido comprobar que las comparaciones con Kate Morton son acertadas, puesto que ambas autoras escriben el mismo género: alternancia de tramas (una en presente y la otra a principios del siglo XX o finales del XIX, con la primera supeditada a una incógnita de la segunda), drama en el pasado, amor en el presente, buenas descripciones del espacio, misterio y un ritmo ágil. No obstante, cada una tiene sus particularidades: mientras que la prosa de Kate Morton tiene más matices y demuestra un mayor gusto por los detalles (me refiero a cuestiones como ese amor por los cuentos de hadas de El jardín olvidado), Katherine Webb ofrece una trama más trabajada e imprevisible, con mucha acción. Si tengo que quedarme con una, me decanto por Kate Morton porque adoro su escritura y el sabor de la tradición inglesa que desprende, a pesar de que tengo la impresión de que Katherine Webb es una escritora más completa. En cualquier caso, las dos son más que recomendables para los amantes de este tipo de libros.
Katherine Webb
¿Buscáis una novela entretenida, con personajes que actúan por instinto, muchos secretos y un paisaje de fondo hechizante? Una canción casi olvidada es vuestro libro. Con él pasaréis muchos ratos agradables y, estoy segura, os cautivará por su poder evocador y por esa espectacular recta final en la que ocurren muchos acontecimientos. No es una obra que pretenda dejar huella, pero mientras la leáis os hará disfrutar, y eso también tiene mucho mérito.