Un claro ejemplo de cómo las formas heterogéneas pueden adaptarse, es esta casa, habitáculo perfectamente asimilado por el entorno, que fluye como una cascada, como una melodía de violín en medio de un bosque con coníferas.
Su creador, el arquitecto Robert Harvey Oshatz, podría haberse inspirado perfectamente en la casa Fallingwater de Frank Lloyd Wright, pero las armónicas formas de su Residencia Wilkinson la hacen más impresionante si cabe. Le tomó 7 años llevarla a cabo y el encargo partía de una premisa por parte del cliente: que la música impregnara el ambiente y las estancias. Que la comunión ancestral entre naturaleza y hogar se percibiese a simple vista.
Una ligera pendiente, le confiere la sensación de estar abrazada por ramas y copas de árboles, lo que casi la convierten en una cabaña en el bosque. El techo de madera fluye como las notas de un pentagrama, fusionándose con el cristal para recombinar materiales y funcionalidades.
La naturaleza también le aporta inspiración al conjunto, sus formas curvas, sus deslices en la ladera, los ventanales interminables. Pura composición de formas inconexas que se disfrutará con más expresividad recorrida de punta a punta, atravesando sus corredores luminosos y sus recovecos vegetales.
Madera, piedra, cristal… Materiales que hacen de esta casa un hábitat vivo, en medio de un entorno natural y musical.
Pasen y vean…
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© Photo: Cameron Neilson