Edición:Siruela, 2016 (trad. Carlos Jiménez Arribas)Páginas:332ISBN:9788416638826Precio:22,95 € (e-book: 9,99 €)Leído en versión original (Girl Waits With Gun).
Hace tiempo que las reconstrucciones de episodios históricos en clave feminista se han convertido en una tendencia en la ficción (una de las escritoras más conocidas de esta corriente es Tracy Chevalier, autora de La joven de la perla). La primera novela de la estadounidense Amy Stewart, Una chica con pistola (2015), se puede encuadrar en este género, puesto que recrea la historia de una mujer que se convirtió en ayudante del sheriff en 1914, cuando estos cargos solo eran ocupados por hombres. Stewart, por si fuera poco, se inspira en un caso real y utiliza los nombres verdaderos de las tres protagonistas: las hermanas Constance, Norma y Fleurette Kopp, que se vieron involucradas en una serie de amenazas y persecuciones después de reclamar a un empresario que les pagara los daños ocasionados por haber embestido su calesa. La mayor, Constance, se erige como cabeza visible del enfrentamiento y sorprende al sheriffpor su valentía. Más allá de este suceso, apenas se conserva información sobre las hermanas, por lo que la autora hace un ejercicio de imaginación para darles vida en esta novela, que inaugura una saga sobre las hazañas de Constance Kopp.En 1914, las tres hermanas Kopp viven en una zona rural de Nueva Jersey. La madre, ya fallecida, era muy desconfiada y prefería estar alejada de la ciudad. Ellas mantienen este estilo de vida, en contra de la voluntad de su hermano, un hombre casadoque no cree que las chicas puedan ser autosuficientes. No obstante, ellas le demuestran que se equivoca: las mayores, Constance y Norma, son mujeres recias que ya han cumplido los treinta y no sienten ningún interés por el matrimonio. Fleurette, de dieciséis años, grácil y presumida, es la niña mimada; los hermanos creen que le espera un futuro diferente, lejos del campo. En cualquier caso, su apacible monotonía se rompecuando sufren un accidente mientras viajan en calesaEl responsable, Henry Kaufman, propietario de una fábrica, se compromete a pagar los daños, pero a la hora de la verdad hace caso omiso de las reclamaciones, por lo que Constance toma cartas en el asunto. Le hace una visita, y lo que ve no le gusta: Kaufman está reunido con sus colegas, unos gánsteres quepara provocarla hacen comentarios obscenos sobre Fleurette. Constance, alta y fuerte, no se corta y estampa al hombre contra la pared. Sin embargo, esto solo empeora las cosas…A partir de este planteamiento, Stewart construye una trama de intimidaciones, asaltos y violencia en la que las Kopp tratan de resistir mientras esperan la detención del culpable. El sheriff, que no puede garantizar la seguridad de las hermanas durante todo el día, enseña a Constance a usar un revólver; aquí está la chica con pistola. La novela recuerda a las intrigas policíacas (más «suave», eso sí): mucha acción, dinamismo, fluidez y sentido del humor. Entretenimiento puro. Entre líneas se puede hacer una interpretación feminista: por un lado, en la figura de Constance, como mujer que rompe los tópicos sobre la «feminidad» (fortaleza física y mental, rol de una cabeza de familia) y asume una responsabilidad hasta entonces exclusiva de hombres; por el otro, en la vulnerabilidad de cualquier chica ante los abusos, tanto verbales como físicos, del sector masculino, sobre todo cuando este sector lo conforman hombres con poder e influencias, como Kaufman (por ejemplo, el lenguaje vulgar que los compinches del empresario emplean para referirse a Fleurette; se fijan en la chica joven y mona porque saben que a las hermanas mayores no las podrían someter).Dejando a un lado la intriga y la crítica del patriarcado, Una chica con pistola tiene otra posible lectura: la búsqueda de identidad. En concreto, el hecho de realizarse a través de una profesión acorde con las capacidades de cada uno. No es baladí que las hermanas se hayan criado prácticamente aisladas: el accidente no solo las pone en peligro, sino que trastoca su existencia en el sentido de forzarlas a relacionarse más, a llevar una vida mucho más activa. Si no se hubiera topado con los gánsteres, Constance no trabajaría para el sheriff, no habría descubierto que se le da bien proteger a los demás (una idea sugerente: los contratiempos también pueden tener consecuencias positivas porque generan un cambio). La reclusión de las Kopp, a propósito, es fruto de algo ocurrido en el pasado, que se narra de forma paralela a la historia principal. Este «secreto» resulta un tanto tópico y melodramático —es la única crítica que le hago—, pero se justifica porque la explicación del pasado era necesaria para plantear el tema de la identidad, de la superación de traumas para ser capaz de desarrollarse y encontrar un espacio propio.
Amy Stewart