Revista Cultura y Ocio

Una cita de Chuang Tse, un fragmento de José Montalvá y una canción de Wilco

Publicado el 16 noviembre 2009 por Enriqueortiz
El viernes iba a ir a Granada. Varios temas habían hecho posible la posibilidad de no ir, pero al final decidimos coger el coche, a las cuatro de la tarde, y meternos en carretera -como se decía antes-. Una de las posibilidades que impedían el viaje había sido la salud de Mus. Con unas transaminasas por las nubes desde que volvió de Francia en agosto (una intoxicación hepática seguramente producida por los litros de ríos franceses que se bebió), hace sólo tres semanas que han comenzado a bajarle y hoy lunes tenía un nuevo análisis de sangre, que se cambió al jueves previendo el cansancio del viaje y que éste no alterara el resultado.
Ya en el coche, y con sólo unos 40 kilómetros recorridos, Mus -que viaja muy bien en coche- comenzó a llorar, a ir de un lado a otro del asiento trasero y a pedir que le abriera la ventanilla. Jadeaba -y no hacía calor- y abría mucho la boca, señal inequívoca del mareo. Paramos en un par de ocasiones, hasta que, a la altura del punto kilométrico 100, nos volvimos a Majadahonda, posponiendo el viaje.
Cuando volvíamos, nos planteamos qué pensaría Mus cuando, de repente, apareciéramos en su parque de todas las tardes en vez de en Granada, si se podría contento o no, y me acordé de esta cita de Chuang Tse, que encabezaba aquel libro que se llamaba Belber Yin, de Jesús Ferrero:
La pureza extrema es no extrañarse de nada.
Era eso. Mus no se extraña de nada. Acepta y disfruta, por igual, aparecer en Granada o en su parque queridísimo de todas la tardes. Si tras las maletas y los kilómetros aparece en Francia, no se extraña, se baja del coche haciendo exactamente lo mismo que si se bajara en Granada o en Majadahonda. Para él, ya lo he contado por aquí otras veces, el presente es eterno; no hay pasado y, sobre todo, no hay futuro. Mus lloraba y jadeaba porque no se encontraba bien. Si tras el coche, hubiera aterrizado en la luna, no se habría extrañado, hubiera levantado la pata y hubiera hecho pis sobre un fabuloso cráter lunar.
De vuelta, con un fin de semana casero, disfruto de este post de José Montalvá, al que leo siempre con fervor. No añadiré nada, tan sólo le agradeceré la altura de sus blogs y, claro, los recomiendo.
Un chiste desorientativo
"Como padre, no soporto pensar en todo aquello que yo no puedo controlar", he dicho. He querido tener un hijo; sin embargo, no he querido ser padre. Ser padre supone asumir otros muchos prejuicios, cargarse de ellos. Voy a ser, por tanto, anti-padre.
En mi particular lucha contra el manierismo, el padre cargado con todos sus prejuicios de padre es mi principal enemigo. Matar al padre, en ese sentido, no es tanto matar a mi propio padre, que me hizo y ya se hace viejo lejos de mi casa y ya no me afecta de una manera tan, digamos, directa; sino matar al padre que llevo dentro, cargado de todos los prejuicios asumidos por los padres. Determinar estos prejuicios; proteger sin proteger, aconsejar sin aconsejar, educar sin educar; todo ello es otro asunto.
De mi hijo agradezco la posibilidad de observarle. Es una delicia y es Arte. Cada una de sus diminutas actividades excluidas de lenguaje (reglado) es una maravilla del Arte y de la Vida. No soporto que se me hable de Arte, no obstante, a partir de ahora.
Cuando se habla de Arte, en general, se dice de una cosa sofisticada, henchida de absolutos que la hinchan y la hacen grande y, determinantemente, INSOPORTABLE. Creo que, afortunadamente, ese Arte ya solamente es un mal recuerdo. Ya, afortunadamente, se puede consumir la obra de los autores antiguos de esa otra manera, liviana, despegada de sofisticados protocolos que la llenan de rigidez y la matan.
Alguien dijo que lo pequeño es hermoso. Yo prefiero invertir los términos, es decir: lo hermoso es pequeño. Si no, no es hermoso.
Y del fragmento, a través de los comentarios, descubro que un poeta al que he leído siempre con ganas, Javier Cánaves, tiene un blog, Tu cita de los martes, y que deja en él una canción de Wilco que me gusta: Jesus, etc. y que traigo hoy aquí, como resumen de un fin de semana extraño y del que no me extrañaré.

Hace un año y dos días: Un abrazo a Luis García Montero + Lights on don't mean I'm in home, de The Secret society
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