Revista Opinión

Una cordillera en llamas

Publicado el 18 septiembre 2015 por Diariocubano

Don Jesús Vega, o don Chucho, como lo llaman sus amigos, llevaba tres días sin dormir. No lo había hecho porque, después de extinguir las llamas que amenazaban con destruir su casa, se acostaba pensando en cada esquina de su finca, intentando recordar si había apagado cada brasa y tronco humeante. Tenía miedo, aún lo tiene, de que el viento utilice esas candelas para reiniciar el incendio forestal.

Incluso después de que el Ejército y los bomberos anunciaron que el fuego estaba controlado en 95%, él siguió recorriendo la montaña, buscando, casi con desespero, nuevos focos. “Toño, tráigame un galón más de agua que allí hay candela todavía”. Toño cumplía inmediatamente con todas las órdenes de su patrón. Corría montaña arriba, traía agua y luego bajaba tan rápido como podía. Trotaba de medio lado y doblando bien las rodillas, como se debe correr en montaña, especialmente cuando la tierra está suelta y se desprende con facilidad por tantos meses de sequía.

Jesús paró unos segundos para recuperar el aliento, pero luego gritó: “¡Uy, vea! Ahí está la otra candela”, y corrió montaña arriba con facilidad, a pesar de lo empinado de la loma. Vació una bolsa de agua en un montículo de pasto que todavía humeaba. Miró a su alrededor como si buscara un enemigo mortal detrás de cada roca y árbol. “Había uno más, yo lo vi. Estaba por aquí”. Se sentó bajo un pequeño árbol de naranjo, como si quisiera descansar a la sombra, pero no pudo. Con los ojos entrecerrados buscaba nuevos montículos de candela. Llamó a uno de sus hijos y ellos se demoraron en contestar. Los hijos de don Chucho ya estaban cansados. Escuchaban los gritos desesperados de su papá, pero se movían con lentitud. Los tanques de agua que cargaban como mochilas les pesaban y las botas de caucho les incomodaban.

Pero no eran los únicos que estaban cansados. Eran las 5:30 de la tarde e Iván Darío Valenzuela, del cuerpo de bomberos de Nocaima, tenía su almuerzo todavía en el carro, sin tocar. Había sido un fin de semana agotador y, cuando pensaban que habían logrado controlarlo, el fuego cambió de dirección. Había quemado dos mangueras y hasta entrado a la cabina de mando del vehículo de bomberos, dejando el plástico deforme y brillante.

Esos momentos críticos ya habían pasado y todo parecía bajo control. Uno de ellos dijo, mientras recogían la tercera manguera: “Menos mal se me ocurrió traer ésta o sino todavía estaríamos apagando candela en el monte”. Todos asintieron.

A 14 kilómetros de La Vega, donde Valenzuela y don Jesús apagaban el incendio, la hermana Yaneth Limas, directora del hogar para el adulto mayor de Villeta, tenía que hacer maromas con 6.000 litros de agua diarios que le facilita el acueducto para atender las necesidades de sus viejitos. En circunstancias normales se necesitan 8.000 litros de agua al día para subsanar las necesidades del lugar.

Para atender estos y otros cientos de casos de emergencias, tanto por incendios como por sequías, la Gobernación y la Secretaría de Hacienda decidieron incrementar el fondo para atención de emergencias en $3.000 millones. Este dinero se destinará a la adquisición de una flota de carrotanques y el financiamiento del transporte del preciado líquido a los diferentes municipios afectados por la emergencia. Pero los esfuerzos de la Gobernación no son suficientes. La ciudadanía también debe ayudar.

Confusión en comparendos ambientales

Aunque parecería lógico que los que iniciaron los incendios paguen los daños, el mecanismo para imponer comparendos ambientales no es claro. La CAR, la entidad encargada de emitir el concepto técnico que determine quién fue el culpable del incendio, no tiene la autoridad para poner sanciones económicas. El trabajo de cobrar las multas sería entonces de la Policía de cada municipio, pero el patrullero William Suárez, de Pacho (Cundinamarca), el municipio que más incendios registra, afirma que sólo tiene autoridad para imponer comparendos en el perímetro urbano y que la legislación local no prohíbe explícitamente las quemas agrícolas.

Es claro que, por más que las autoridades aumenten el presupuesto y envíen carrotanques, los esfuerzos serán en vano si la ciudadanía no empieza a impedir las quemas agrícolas. La campaña iniciada por la CAR para que los pobladores denuncien las quemas en sus municipios debe estar acompañada de un reglamento claro para imponer sanciones a quienes incumplan las normas ambientales.

De acuerdo con el Ideam, la sequía seguirá durante unos meses más y, para poder hacer frente a la emergencia, es de vital importancia que se cambien las costumbres del uso del suelo y el agua.

Via:: Colombia


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