En la historia hubo muchas tensiones entre los primeros mandatarios y quienes lo secundan en el cargo, pero éstos siempre tuvieron una estatura política muy inferior a quienes acompañaban
La figura del vicepresidente no tiene una importancia significativa en el esquema institucional de la Argentina. En efecto, su rol principal es el de reemplazar al primer mandatario cuando está ausente transitoriamente, o bien asumir la presidencia si la ausencia de aquel es definitiva. Mientras tanto, como tarea cotidiana, la Constitución Nacional lo ha puesto a presidir el Senado de la Nación, pero sin legislar, ya que únicamente participaría en el proceso de sanción de una ley si fuera necesario desempatar por existir igualdad de votos entre los senadores.
Su ausencia tampoco es preocupante, a tal punto que la Ley Fundamental no obliga a reemplazarlo en caso de ausencia, delegando en el Congreso la decisión de convocar a elecciones para que el pueblo designe a otro, lo cual solo ocurrió una vez en la historia de la Argentina, cuando el vicepresidente de Juan Domingo Perón (Hortensio Quijano), fue reemplazado por Alberto Teisaire merced al voto popular.
Más allá de este caso excepcional, nunca se reemplazó a un vicepresidente renunciante, y cuando un vicepresidente debió asumir la presidencia por fallecimiento o renuncia del primer mandatario (lo cual ocurrió en seis oportunidades en nuestro país), el cargo también ha quedado siempre vacante.
En 2019 ocurrió algo inédito, ya que Cristina Fernández (quien había conducido los destinos de la Nación entre 2007 y 2015), teniendo la posibilidad de ser candidata a ocupar la presidencia por tercera vez, decidió auto postularse para ser vicepresidenta, y propuso como candidato para presidente a Alberto Fernández, siendo dicha fórmula elegida para gobernar en el período presidencial actual.
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Origen: infobae