Me asombra la facilidad con la
cual cualquier “tilingo” se cree con derecho de insultar al ciudadano que
ostenta el cargo de Excelentísimo Señor Presidente de la Nación Argentina, sea
quien fuere la persona que cumple esas funciones.
Quienes lo hacen, aparte de ser
groseros, mal educados, mediocres que solo encuentran en la descalificación y
el insulto, la única forma que conocen para defender sus mezquinos intereses
seguramente desconozcan el art. 99 de la Constitución Nacional que entre otras
atribuciones dice que el Presidente “ Es
el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno y responsable político de la
administración general del país y además es el Comandante en Jefe de todas las
fuerzas armadas de la Nación.
Unos años atrás un ciudadano
español de visita en el país se asombraba de la forma en que algunos ciudadanos
argentinos se referían a la entonces PresidenTe Cristina Fernández:
En España, podemos criticar al
Presidente y sus acciones. Pero no podemos ni debemos insultarle, ni faltarle
el respeto. ¿No es un delito en Argentina llamar Prostituta a la Presidenta?
La respuesta es No.¡ y fue
precisamente Cristina Fernández a quien, justo es reconocerlo más allá de sus
procederes y actitudes en el ejercicio de sus funciones le han indilgado
cantidad de calificativos y no laudatorios precisamente, la que presentó un
proyecto en septiembre de 2009 que posteriormente el senado convirtió en
ley determinando que se eliminan del
Código Penal los delitos de calumnias e injurias, respondiendo así a un viejo
reclamo de las organizaciones periodísticas y a un fallo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, que le había reclamado a la Argentina que
adecuara su legislación a los preceptos de la Convención Americana de Derechos
Humanos.
El artículo 12 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos dice: “Nadie será objeto de injerencias
arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia,
ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
La libertad de expresión no
significa libertinaje y no se puede bajo ese paragua protector repartir
puteadas a diestra y siniestra al mejor estilo de algunos conductores radiales
y televisivos, que mencionan al Presidente por su apellido solamente, de una
manera que pretende ser “muy de onda” y que solo demuestra escases de criterio
y ubicación.
Dicho esto por una simple
cuestión de respeto para con los demás, pero también por respeto a nosotros
mismos.