Una cuestión de tiempo empieza siendo una simpática comedia romántica que juega con el tan recurrente efecto mariposa. Pero, de repente, Richard Curtis se saca de la manga una norma en los viajes temporales que lo cambia todo y que lleva la película a otro nivel, mucho más emotivo. Y si consigue emocionarnos es gracias a una galería de personajes entrañables y que se hacen querer. La peli está llena de ideas brillantes y escenas tan divertidas como inteligentes, como la de los vestidos, que va mucho más allá del gag que parece a simple vista. Chirría un poco que todo acabe con una clase de autoayuda, pero a esas alturas de la peli tu estás entregado y le compras el mensaje: no hace falta ganar tiempo si sabes disfrutar del que ya tienes.
Lo mejor: todo lo que tiene que ver con la familia del prota.
Lo peor: le sobra off, por decir algo.