Revista Opinión

Una cuestión meramente científica

Publicado el 18 febrero 2013 por Romanas

Una cuestión meramente científica                                Walter Benjamín Futbolín y yo admiramos sobremanera a Javier Traité porque es una inteligencia superior y un auténtico filósofo de la historia, que, ocupado en tareas realmente importantes, no tiene tiempo de prestarnos atención a nosotros, de modo que no lo considero enterado de como su contestación a un requerimiento que un día le hice ha devenido en el centro de una considerable discusión entre 2 grandes amigos, casi 2 hermanos. Aunque sólo hace 2 días que su texto pasó por estas páginas, hoy, no tengo más remedio que traerlo de nuevo a aquí porque tal vez la cuestión que voy a plantear sea la más importante que hoy se discute en nuestro país: ¿hay o no que formar un frente izquierdista, tal como rechazaba de pasada futbolín, o se trata de esperar el santo advenimiento de un estallido social que posibilite, al fin, la revolución? Seguramente, soy un insensato por atreverme a discutir tesis sobre la historia a un historiador y de los buenos, que se halla dotado de una inteligencia prodigiosa. Pero dicen por esta mi puñetera tierra murciana que el mejor escribano echa un borrón. Una de las tesis que Traité sostiene es que todavía una revolución clásica, con las masas insurgentes asaltando la correspondiente Bastilla, es posible. Yo creo que no. Veamos: Dice Traité: “¿Cuánto tardará en estallar el conflicto? ¿Cuándo se disparará la chispa que nos encienda a todos? ¿Quizá una pelota de goma se cargue a un niño? ¿Quizá el poli equivocado liquide al manifestante equivocado?”. Está ocurriendo a raudales algo mucho peor que una pelota se cargue a un niño y que un poli liquide al manifestante equivocado: dejando aparte el hecho de que miles de pelotas de goma están impactando contra la hermosa gente que se manifiesta hoy, cada día, mueren muchos ciudadanos silenciosamente porque les avergüenza que los demás sepan que mueren absolutamente derrotados. Y no me lo tiene que contar nadie lo que se sufre y cómo el suicidio se te ofrece todos los días como la única solución, porque yo fui durante mucho tiempo uno de ellos. Ya me parece que he contado por aquí varias veces que, gracias a esta insoportable angustia, un panfleto que escribí y titulé "El suicida", quedó finalista absoluto del premio Carlos Arniches del Ayuntamiento de Alicante, que me ganó el jodido Carlos Péres Damm con su "Mi guerra". Que la gente se muera a raudales de hambre y que todos los días se desahucie, es decir, se le tiren de mala manera los muebles a la calle a unas buenas familias, con mujeres, niños y ancianos que sólo Dios sabe dónde coño van a dormir a partir de ahora, es mucho peor, lo juro por mis muertos, que a uno lo despene un policía porque así, qué cojones, acabas de una puñetera vez. Pero ¿qué coño puedes hacer si tus hijos y tus padres, viejos y enfermos, no tienen no ya para comer sino también para protegerse de las más terrible de las intemperies? ¿He de decir que yo sí que sé lo que significa todo esto porque he vivido también días de ésta clase? Vuelvo a jurar por todos mis muertos que yo, por lo menos, no concibo nada peor y que, en estas circunstancias, el mundo se convierte en el peor de los infiernos y que salir de él, como sea, es una auténtica salvación. Entonces, Traité y Futbolín, ¿qué coño tiene que pasarnos más para que la revolución corra por todas esas calles que se llenan cada día de gente desesperada que ya está en la peor de las situaciones o que sabe que sólo es cuestión de días que las campanas doblen por ellos? “Tener al PP en el gobierno a golpe de decreto es la gasolina perfecta para la revuelta. Me preocuparía si el PP tuviera la menor oportunidad de lograr algo positivo para la gente. Como hizo Aznar, que nos metió en un berengenal de explosión retardada pero, entretanto, nos pensábamos que todo iba bien. Naniano no puede hacer eso. Lo ves cada día en las noticias: todo se hunde. El nepotismo y la corrupción están alcanzando niveles tan flagrantes que mi única conclusión es que sólo tratan de guardar los muebles: meterse en el bolsillo todo el dinero que puedan antes de que esto se hunda y haya que huir”. No, no, no es cierto que todo se esté hundiendo, no, coño, por favor, todo se ha hundido ya y no ha pasado nada, no va a pasar nada porque todo está férreamente controlado, ¿por qué, si no, creéis que se ríen de todos nosotros? Ellos saben, como nosotros lo deberíamos saber también, que toda revolución clásica es ya imposible porque para eso han trabajado y tan bien tantos, tantísimos años. La Cía, el FBI, el Mossaq, los servicios secretos ingleses, españoles y franceses, llevan trabajando muy duramente para que nadie, en los países civilizados, pueda siquiera salir a la calle a hacer algo que no sea más que protestar. Y los Usa han mandado y mandarán sus “marines” sin ningún recato adonde sea necesario. Así que debéis de abandonar toda esperanza de que por nuestros lares llegue nunca, otra vez, una revolución. Al poder, al jodido poder, sólo llegaremos si nos dejan y no hacen trampas, mediante las urnas y engañamos a la gente de mala manera si les hacemos abrigar otras esperanzas. “Estamos viviendo una nueva fase histórica: el capitalismo agoniza porque está encontrando sus límites planetarios, están surgiendo las ideas que nos gobernarán en un futuro (y a las que dentro de unos siglos habrá que derrotar, cuando se hayan corrompido), Europa es un fiasco y España vuelve al siglo XIX. Caminamos en el filo de la navaja, y nos acercamos a la punta. Con el PSOE en el gobierno, la agonía habría sido mucho más lenta”. Casi no puedo creer lo que leo. “El capitalismo agoniza”. ¿Agonía? Cuando toda la filosofía económica no sólo se ha rendido ya al liberalismo neocapitalista, que no es sino una forma modernizada del nazifascismo, sino que incluso los países que dicen profesar el marxismo han aceptado pacificamente este jodido paradigma de tal manera que no hay un sólo economista que se atreva siquiera a fantasear sobre otros sistemas. Siendo plenamente consciente de que tal como decía Thomas S. Kuhn, en "La estructura de las revoluciones científicas", las llamadas ciencias sociales no operan con la misma manera en cuanto a la prueba como las ciencias naturales de modo que no puede aplicarse a ellas la famosa regla de prueba y fracaso, o al revés, y de que tal como nos adelantó Walter Benjamín en sus Tesis sobre la filosofía de la Historia, concretamente en la 6, "articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa  adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se  le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”. Tal vez yo me equivoque cuando interpreto esta tesis pero creo que lo que Benjamín nos viene a decir es que la historia es un quehacer continuo que debemos hacer nosotros, en cuanto materialistas históricos, absolutamente cambiante, desechando ese continuo movimiento de acción y reacción, que opone al Cristo su anticristo. La historia, a este tenor, no debe repetirse nunca porque si lo hiciera así, estaríamos perdidos para siempre. En una de las tesis siguientes, me parece recordar, Benjamín dice que hay que repasar la historia con el cepillo a contrapelo. Por eso, dice Banjamín,  que a Robespierre le falló su revolución. No es estudiando la Roma histórica y creyendo que todo lo que allí sucedió va repetirse milimétricamente, como se ganará la partida a la puta historia. Las fuerzas impulsoras de los avances no sólo técnicos sino también políticos, sociales y jurídicos siempre estarán en sus manos si no se le arrebatan desde dentro. Ha transcurrido ya en su integridad el tiempo favorable a las revoluciones sangrientas, el jodido sistema ha ido generando las pertinentes vacunas. No es ya que existan los mejores y mayores instrumentos para la represión y que todos estos Estados criptofascistas se hayan unido es una eficacísima internacional regresiva, es que el pueblo, en su estado actual, no quiere ser redimido. O sea que, en buena lógica, la única manera de ganar esta guerra se encuentra en las escuelas y eso parece que ELLOS lo ha asimilado muy bien, en cambio nosotros parece como si creyéramos que esa victoria se puede obtener por decreto. Coño, no, no existe otro remedio que aceptar la batalla en donde el enemigo nos la ha planteado, “¿no queríais democracia?, joder, pues tomad democracia”, es por eso que ahora nos están ganando incluso en la mayoría de la opinión pública. El horror, del que también nos habla Benjamin en otra de sus tesis, no debe de cegarnos de tal manera que arremetamos con esa furia ciega de los toros a los que se somete con el engaño de la franela roja. A mí, por lo menos, no, yo soy muy consciente de que no ganaremos nunca empuñando las armas sino los votos, no será la fuerza ciega de la sangre, tantas veces derramada y sometida, la que nos llevará adonde nosotros realmente queremos ir. Los sudamericanos, después de miles de batallas sangrientas, nos muestran el camino. Venezuela como una estrella, está ahí, en medio del cielo, con su líder muriéndose de cáncer pero con todo el pueblo, lo mejor del pueblo, aguantando el tirón. Y también aguantan los desaforados tirones de la inicua y superior potencia que vive al otro lado del muro, apoyándose en la fidelidad de sus pueblos, Brasil, Argentina y todos los que constituyen el grupo ALBA. Y ni uno sólo de todos estos gobiernos ha llegado al poder por medio de las armas, sino todo lo contrario, son las armas, los jinetes del Apocalipsis, los que enseñan su patita debajo de la puerta. Lo que ha hecho allí, toda la izquierda, es unirse como un solo hombre. Bajo un proyecto común:  Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Ellos sí que han sido capaces de entender que son una inmensa mayoría y que ganarán siempre todas las batallas si se muestran unidos.

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