Revista Educación

Una de cagadas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

No podré superar nunca, ni siquiera es mi intención, la gloriosa entrada de Carlos Padilla sobre la caca en este mismo blog. Discúlpenme, además, aquellos que detestan los asuntos escatológicos; lo siento de veras porque sé de buena tinta −yo también soy sufridora− lo desagradable que es hablar de cagadas y sucedáneos. Pero hoy no he podido resistirme. La realidad nos lo pone a huevo. Sí, ya saben, eso de que nuestro expresidente Aznar, que aún maneja en la sombra los hilos de este Gobierno a la deriva, está desde el sábado ingresado por una gastroenteritis grave en la Clínica Ruber Internacional de Madrid. Vamos, que el hombre, al que de verdad deseo su pronta recuperación −no mezclemos churras con merinas, porque en cuanto a buenos deseos cara a su actividad política no le envío ninguno− lleva ya 48 horas cagándose por la patilla. Y oye, que una gastroenteritis es chunga, de verdad, créanme quienes no la hayan padecido.

Una de cagadas

José María Aznar, expresidente del Gobierno español (1996-2004) Foto: http://www.alertadigital.com

No sabemos si al expresidente se le cortó la digestión al ver cómo la ha liado su Rajoy en esta España mía, esta España nuestra, entre proyectos secesionistas en Cataluña, rescates que no terminan de pedirse, índices históricos de paro y otras zarandajas. Y claro, con ayudas tan fantásticas como las que aporta nuestro adorado monarca y sus afirmaciones sobre la marcha del país, no sé quién la caga más (¡ay, perdón! no hay forma de liberarme del término).

Capítulo especial merece el impactante seguimiento que en Twitter tuvo la noticia y que convirtió la enfermedad del político español en trending topic el pasado fin de semana. Solo quiero apuntarles que o mi time line es muy rojo, o sigo a muy mala gente, porque el hashtag principal era #animogastroenteritis. Y hasta aquí puedo y voy a leer, que me voy por los cerros de Úbeda.

Admito que me sorprendió que el asunto fuera portada de casi todos los diarios digitales, porque pensé que una cagada no valía tanta letra, incluso si el pobre tuvo que ser ingresado para someterse a control médico. Pero he aquí esa doble moral que rechina: un político de la talla de Aznar, y de la talla que sea, que alardea de lo buena que es la sanidad pública española −como se espera de un dirigente estatal− se va derechito a una clínica privada. Sí, señores, porque la sanidad pública está para alabarla en los medios de comunicación, pero no para financiarla correctamente y menos para utilizarla. Eso queda para el resto de los mortales, esa clase inferior que se llama ciudadanía.

Y así seguiremos. Mucho me temo que con la calaña política que tenemos a España no la salve nada. Tal vez, para casos graves como éste, un tsunami o un meteorito devastador arrancarían la rabia para siempre. Ideas que no falten.


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