¿Habéis pasado por una de esas etapas en las que vuestra cabeza no asimila lectura seria ninguna, y aún así os apetece leer? Yo suelo tener varias al año, y a lo largo de mi vida las he ido solventando con maratones de series, que no está mal, o novelitas pseudovictorianas de corte rosa, con la esperanza de encontrar a la reencarnación de Jane Austen en el siglo XXl, que me dejaban rebozada en almíbar cual pastelito borracho, con ganas enormes de darle a mi cerebro café amargo en dosis insanas, y la piel tan peguntosa que me convertía durante meses en una hater y hasta troll del amor… no fuera que se me acercaran y se me quedaran adheridos cual pegatina de Hello Kitty, con lo caros que están los divorcios por muy express que sean. Que no era para mí vaya.
(Y ya que estamos, consejo no solicitado del día : queridas mías, queridos míos, ya habéis oído lo que destiñen los príncipes azules y las princesas rosas. Buscad mejor un/a buen/a plebeyo/a que ya vienen desteñidos de serie y hay pocas sorpresas desagradables en la colada. Y para Reinas nosotras/os. Funciona, creedme. Os lo dice Mamá Eremita que sabe más por vieja que por diabla, que también)
Y entonces, cuando me estaba planteando seriamente no leer y sentarme a ver spaghetti westerns de sobremesa con mi padre o mi chico, por aquello de que me suele gustar más una bala que una flecha al corazón, qué le voy a hacer, cayó en mis manos el primer libro de la Saga Los Hollows protagonizada por la bruja Rachel Morgan.
¡Ostras! Monísima protagonista femenina – todas y todos están muy buenos en este género, porque oye, ya puestos, no está tan mal que les doten de un arma más que les acarree tantos problemas como ayudas en los que ya tienen – bruja, patosa y especialista en meterse en líos de los que se resuelven a leches de las buenas. Con tramas sorprendentes dignas de la mejor novela de detectives, pero en fantasía. Secundarios adorables como el pixie Jenks, la vampira Yvy, y protas masculinos, objetivo amoroso de Rachel, que van desde vampiros hasta elfos, con más sangre y pimienta que azúcar y flores, y más golpes que besos.
Y así descubrí este género ligero y entretenido, englobado por lo general en Fantasía Urbana, protagonizado por seres de toda índole paranormal, cazarrecompensas, detectives, o involuntariamente arrastrados a arreglar situaciones que escapan al alcance humano o apocalípticas, con muchas dosis de humor, violencia y hasta romance del bueno. Para pasar amenísimos ratos sin más, y a veces, hasta para aprender más sobre ellos. Ya quisieran muchos libros “serios” estar a la altura de este fantástico entretenimiento.
Entre nuestros mágicos detectives encontraréis brujas y brujos, vampiros, lobos, súcubos e íncubos, otros demonios no identificados, druidas… todo lo que podáis desear rebuscando un poquito. Os dejo mis favoritas, además de la ya mencionada:
Crónicas del Druida de Hierro de Kevin Hearne: Atticus O´Sullivan es un druida de tropecientosmil años que tiene una librería en Arizona nada menos. Comienza sus andanzas impulsado, o más bien chantajeado por la Morrigan, de la mitología irlandesa y los Thuata De Danáan o Hadas. Trepidante, con un sentido del humor excelso y con una visión muy iconoclasta de la mitología celta.
Anita Blake de Laurell K. Hamilton: El don de Anita es levantar muertos. En este caso va de vampiros y zombies. Son más conocidos los comics, aunque los libros no tienen desperdicio alguno.
Harry Dresden de Jim Butcher: En ésta el prota es un mago. Si conocéis la serie de TV The Dresden Files, poco más puedo añadir. Solo que vale la pena.
Con tiempo os iré hablando de cada saga por separado. Si buceáis un poquito en El Redondal podéis ver alguna muestra. Hoy sólo os traigo un aperitivo ligerito pero intenso como este tipo de lecturas.
Inconveniente: por alguna razón sólo unas pocas están en español o catalogadas en editoriales, con lo cual en este caso sí estaría justificado buscar donde se suelen buscar estas cosas (pero solo en estos casos por favor, que rascarse el bolsillo con los que nos dejan su alma en el papel bien vale unos euritos, no me seáis piratas)
No salgáis sin guantes y bufanda que hace un frío que pela (Hasta con gorro. He descubierto que me encantan gorros y boinas. Y que tapándose la cabeza se tiene menos frío. Estoy por ir por cada con los caperuzos esos de borla, júrolo)