Machado hablo de dos:
Ya hay un español
que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Pero con la prosperidad hemos logrado superar a nuestros abuelos. Hoy tenemos tres Españas. Y las tres dispuestas a helarnos el corazón.
Está la España que vive en el paro, y sin esperanza de que éste acabe. Algo absurdo, seis millones de personas que estamos logrando más/menos mantener entre los demás – como debe ser- , sin
obtener ningún rendimiento ni para la sociedad ni para ellos. Y es que les llamamos “parados”, lo cual me parece una denominación ofensiva, cuando realmente deberíamos verlos como una inmensa fuente de recursos ociosos que, con otro enfoque y bien empleada, les daría futuro a ellos y al país.
Luego está la España de los que tenemos – de momento- trabajo. Criticados por tenerlo, y más si encima nos va bien. Ganar dinero y generar recursos se ha convertido en una especie de ofensa a los
demás, solo perdonada en la medida que nos exoneran (¿privan?) de ellos. Es una España cada vez más cansada de soportar al resto sobre las espaldas, mientras que recibe castigos continuados por sus esfuerzos.
Y por último, está la España que vive de la administración. Empeñada en decir que ellos son “intocables” y que cualquier intento de ajustar su peso al que podemos soportar, es una agresión contra principios y valores “sublimes” que no pueden discutirse bajo ningún concepto. No lo entiendo. Si no fue escandalo ni sacrilegio subir el número de empleados públicos en porcentajes salvajes ya durante la crisis ¿por qué es escándalo el disminuirlos? La pelea no es el número, es la necesidad y la capacidad para costearlos. Solo eso.
Las tres Españas, cada una a lo suyo. Un viejo tormento era atar a los miembros de la víctima a unos caballos, y azuzar estos para que tiraran cada uno en su sentido, hasta desmembrar al sufriente. Parece
que en eso estamos. Y mientras, los capitales extranjeros no viniendo, los propios huyendo, y los más preparados de nuestros jóvenes buscándose la vida por fuera, dejándonos sin presente y con un discutible futuro.
Eso. Helándonos el corazón.