Hay momentos del año que invitan a hacer orden. Uno de ellos es, sin duda, éste. Durante el verano se reajustan (o desajustan, como quiera verse) los tiempos y uno siempre encuentra ratos para hacer aquello que en 275 días anteriores no ha podido realizar.
Hace poco leía una frase que recoge desde otro punto de vista la gran virtud del orden. Decía desde otro punto de vista porque todo el mundo se queda con la típica frase de "uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde". Me alegra ver que otros se han tomado la molestia de ir más allá y pensar un significado diferente y que, a mi humilde entender, recoge mejor una pequeña pero importante tarea como es la de hacer orden.
"No sabes lo que tienes hasta que haces orden".Es interesante comprobar que encaje en todo tipo de orden, ya se mental, personal o material. A veces perdemos la esperanza o la ilusión porque la vida no nos sonríe como quisiéramos pero sólo se trata de pararse, reflexionar unos minutos y ordenar nuestras ideas, nuestros logros o fracasos, nuestras metas o cambios de planes. Al final siempre se llega a la conclusión que uno no se va con las manos vacías. Ese es el tipo de orden que provoca que las personas valoremos lo que tenemos o lo que dejamos de tener porque ya nos nos hace papel.
La virtud del orden incita a enfrentarse personalmente con lo que uno posee, haciendo que uno lo conserve o decida olvidarse de ello para siempre. Cuando se tira o se conserva algo, no sólo se tira o conserva un objeto: tiramos o conservamos un recuerdo, una experiencia, un estado de ánimo, una alegría o pena, una sonrisa o lágrima. Es cierto que unas personas tienden a adjuntar una carga emocional en ello que, siempre en su medida, no pueden dejar de asociar. Hay mucho más en juego pero lo cierto es que en esa pequeña acción hay un paso hacia la madurez. Hay un momento para cada cosa. Unos tirarán o conservarán según el trabajo, su vida personal o social se lo vaya pidiendo. No es más o menos considerado por ello, sino que hace lo que toca en cada situación.
Retomando la idea de que hay un momento para cada cosa, es verdad que existe la posibilidad de darse un descanso: un año. Pasado éste se pueden tomar mejor las decisiones al hacer orden y establecer lo que conocemos por "orden de prioridades". Aunque esto de hacer orden luego no quita el tener que vivir en propias carnes la ley de Murphy y cumplirse a rajatabla aquella situación archiconocida de estar tirando los apuntes de la carrera y pensar "no los necesitaré en la vida, como está todo en Internet" y justo días más tarde te llaman del trabajo, de la universidad, un amigo, "Oye, ¿sabes algo o tienes aquel material de...?"
La vida es así de divertida.