Por Hogaradas
Disfrutar de las palabras y descubrir con sorpresa lo maravillosos que pueden ser los silencios compartidos. Saber que a pesar de caminar juntos cada uno no ha dejado de lado su propia senda, sus sueńos, su propio camino. Saberlo, respetarlo y querer estar también al lado del otro en cada paso adelante, en cada caída, en cada uno de esos momentos en los que hay que reinventarse de nuevo. Cambiar el bullicio nocturno por la placidez de una mańana soleada a su lado haciendo cualquier cosa, sin hacer ni tan siquiera nada, porque a veces basta solamente una presencia para descubrir lo hermoso que puede resultar ese momento. Seguir sońando y esperar que un día no muy lejano esos planes puedan llegar a cumplirse. Y mientras tanto disfrutar imaginando cómo será ese momento, cuándo volverán los días soleados, los cielos amplios y extensos, el olor a sal, la cadencia de las olas del mar cuando rompen casi en silencio en la orilla, al atardecer…
Mirar de reojo y pensar cuánto te gusta, más incluso que al principio, porque ahora es mucho más lo compartido, lo vivido, porque ahora tus ojos lo miran de diferente manera, porque el vínculo es muchísimo más grande, porque el amor también lo es, sin ninguna duda.
Saber que no has podido elegir mejor compańero de viaje, y desear con todas tus fuerzas que el trayecto sea largo, tanto como la vida quiera que disfrutemos de este sentimiento compartido, de estas ganas de estar juntos, de la dicha de haberlo conseguido y sobre todo de la enorme suerte de saber cómo hacerlo para vivirlo con toda la intensidad que se merece.
Quizás este ańo llego con un poco de retraso, pero ya sabéis lo que pienso, que no hace falta una fecha, un día, una celebración concreta para declarar nuestro amor a los cuatro vientos.
Carlos, esta es tu Hogarada tardía para el Día de San Valentín. Aunque ya saber cuánto te quiero, las buenas costumbres no deben perderse nunca, y ésta sin duda creo que es una de ellas. Te quiero.
