El insigne ministro Wert tuvo la ocurrencia de permitir que materias de una determinada especialidad de la ESO pudiesen ser impartidas por profesores de otra. Sugirió que los profesores de filosofía podrían impartir clases de emprendeduría. Después se retractó, seguramente a causa de la presión de los diferentes sectores implicados. En realidad, la idea era muy buena, demasiado, porque las clases de empendeduría en manos de un filósofo se impregnarían del sentido crítico que no tienen en manos de un ingeniero. Todo es un suponer, porque es posible imaginar ingenieros críticos y también profesores de filosofía carentes de actitud filosófica. Si es posible imaginarlos, los habrá en algún lugar.
Lo que sigue es un fragmento del libro de Zigmunt Bauman La riquesa d'uns quants beneficia a tothom? (Barcelona, Arcàdia, 2014), que podría ser la presentación ideal de un curso de Tecnología para la ESO (qué más da el curso), impartido por un hipotético profesor de filosofía. Me ha hecho pensar que es mejor que los filósofos no nos metamos en otra especialidad, por si acaso decimos alguna tontería...