Revista Opinión

Una democracia bloqueada

Publicado el 28 agosto 2015 por Diariocubano

El tema de la corrupción fue tratado por el politólogo Fernando Giraldo en reportaje a la periodista Cecilia Orozco Tascón, publicado por El Espectador el pasado domingo. También se refirió a él Alfonso Gómez Méndez el miércoles, en su columna de El Tiempo, titulada “¿Se aleja la democracia local?”. El debate es pertinente y oportuno, luego vale la pena examinar aquellas aseveraciones con un poco más de detalle.

Para comenzar no creo que la democracia local se esté alejando, porque nunca ha estado cerca del ciudadano común. Es cierto que en las dos o tres primeras jornadas de elección popular de alcaldes hubo algunos atisbos de lo que, por entonces, la gente denominó “nuevo país”. Pero la democracia local nunca se aclimató entre los colombianos por ausencia de pedagogía constitucional y porque muy pronto la Constitución del 91 comenzó a ser objeto de contrarreformas múltiples. Nadie se preocupó por la difusión efectiva de la nueva Carta Política en general, ni por la democracia local en particular. El artículo 41 de la Constitución del 91 se quedó escrito.

Colombia nació, en 1810, de las entrañas de unas jornadas de carácter civil y local. El poder municipal de las provincias se mantuvo vigoroso durante décadas. Llegó a su punto culminante en la Constitución de 1853, cuya vigencia fue truncada por el golpe de Melo, un año después. Luego, el federalismo privilegio los estados soberanos sobre la vida local y, finalmente, la república unitaria, en 1886, centralizó la vida política.

En 1991, la nueva Carta constitucionalizó –por primera vez en casi 140 años- la autonomía local cuya primera puerta abrió el gobierno del presidente Belisario Betancur en 1986, con la elección popular de alcaldes. Luego el constituyente definió al municipio como la entidad fundamental del Estado, pero los decretos, las leyes y la jurisprudencia neutralizaron todo eventual desarrollo de aquella autonomía.

Por lo tanto la democracia local –y su contrapartida más natural, el control ciudadano- siguen estando hoy tan lejos del colombiano del común como lo han estado siempre. En cambio la corrupción, que desde la aparición del narcotráfico contaminó al poder público, particularmente en sus cúpulas, ha trascendido hasta la vida local estimulada por las perversiones del mercado electoral y, según frase del politólogo Giraldo, por la corrupción de periodistas “sobre todo en los municipios medianos y pequeños del país profundo”. ¿Acaso no ocurre lo mismo en las grandes capitales?

Tiene razón Alfonso Gómez en afirmar que el sistema político general –que no depende de los municipios- nos ha llevado a un bloqueo de la democracia: de la nacional y, por lo tanto, de la local. Semejante situación sólo se corrige si se cambia la relación de jerarquía entre el centro y la periferia, por una relación de cooperación entre entes territoriales autónomos. Eso quiso la Carta del 91, pero toda la normatividad ulterior decidió neutralizarlo. Por lo mismo la única forma de recuperar aquel espíritu es a través de una Asamblea Nacional Constituyente.

*El autor es ex senador y profesor universitario. @inefable1

Via:: Colombia


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