Revista Opinión

Una dosis de indignación

Publicado el 12 enero 2011 por Manuelsegura @manuelsegura

Una dosis de indignación

Ha sido a través de un librito de apenas 30 páginas, que se vende a tan solo 3 euros en las librerías, por el que un nonagenario francés se ha convertido, quizá incluso sin proponérselo, en el Pepito Grillo del país vecino y en el gran éxito de ventas de esta pasada Navidad, por encima del último Premio Goncourt, La Carte et le Territoire, de Michel Houellebecq.

Stéphane Hessel tiene 93 años y es un superviviente. Miembro de la Resistencia frente a los nazis, fue detenido y encarcelado en el campo de concentración de Buchenwald. Indignez-vous! es el título de su obra, editada con la modesta tirada inicial de 8.000 ejemplares pero que, a día de hoy, lleva ya vendidos más de 600.000. ¿Y qué dice Hessel en su demandado texto?

La indignación es la base esencial de todo. Fue el motor, asegura, por el que muchos hombres y mujeres se jugaron la vida frente a las tropas hitlerianas. La indignación, entonces, fue fundamental. Y ese sentimiento, trasladado al presente, le lleva a cuestionarse sobre las circunstancias que rodean a la gente, aquella que no entiende lo que está ocurriendo como consecuencia de una crisis universal. El sistema falla, pero el ciudadano no sabe muy bien qué hacer. Reclama la participación civil en la vida pública porque entiende que, en momentos como éstos, es cuando hay que dar un paso al frente. Nada de indolencia e indiferencia, proclama a los más jóvenes. Y advierte de que hay otras vías, otras redes, para participar en ese proyecto colectivo, y no solo a través del tamiz de los partidos políticos, como exclusivos garantes de la sociedad. Para Hessel, los mercados y sus exigencias leoninas han sido los culpables de lo que hoy padecemos, por lo que las diferencias se han agrandado de forma vertiginosa entre ricos y pobres.

En esta sociedad que margina a los mayores por el simple hecho de serlo, Stéphane Hessel no predica imposibles. Habla de realidades y de esperanza. Quizá porque los años dan ese valioso poso de madurez a las personas reflexivas que, como él, quizá sean radicales pero no utópicas.


 


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