No descubro nada si digo que don Vito es un tipo diferente. Después de tantos años, poco más se puede añadir del Sr. Corleone que ya no sepamos. Es uno de esos personajes que odias y amas con la misma fuerza; que lo encumbras a ese cielo que dicen que existe, o lo llevas al infierno, a ese otro lugar que no anda demasiado lejos de donde nos encontramos. Sí señor, el Padrino es único. Para lo bueno, y para lo malo.
Supongo que a don Vito le dijeron una vez lo de ese refrán que dice que “el que tiene padrino se bautiza”. Es indudable que a la figura del padrino se le supone una cualidad superior y llamarse así, tiene que tener efectos secundarios. Efectos que vienen escritos en letra pequeña porque creo que es inevitable que muchos se acerquen a pedirle ayuda, recomendación y consejo; y que muchos se le aproximen a los padrinos para solicitarles una llave que les abran una puerta, hacia uno de esos senderos que tiene la vida. Y por tal motivo, no me cabe duda que los Padrinos un día terminen agotados, y que exploten y tengan que proclamar que los Padrinos no tienen complejo de lámparas mágicas, ni de Aladinos.
Pero en este mundo de picaresca, donde la figura del Padrino es un emblema, me parece igual de lamentable, las figuras de sus lameculos. Esos que no le piden al Padrino directamente una ayuda, pero que día a día, le siguen sus pasos, como palmeros que no saben seguir su propio compás.
En fin, creo que nos olvidamos que el Padrino, los que lo buscan para ser bautizados, y los lameculos (esa especie que está en peligro de supervivencia), todos terminamos sentados sobre la misma taza de un váter.
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