Marita Lorenz nació en 1939, pero no fue hasta después de la Revolución de los barbudos, la de Enero de 1959, que dió su primer beso de amor. Ella era hija de un capitán de barco, y la vida la puso frente a Fidel cuando la joven apenas tenía 20 años. Lo conoció justamente en el barco de su padre. La embarcación recién había atracado en el puerto de La Habana. Después de mostrarle la embarcación, Fidel le preguntó con segundas intenciones qué dónde estaba el camarote, y una vez en él, la empujó al interior y la besó. En ningún momento Lorenz se sintió intimidada. Al contrario inmediatamente disfrutó estar subyugada, porque según ella Fidel desprendía una fuerza seductora enorme. Todo lo ha contado con cierto descaro y desenfado al semanario Francés Paris-Match. La entrevista es todo un documento que da toda suerte de detalles acerca de la relación que mantuvieron durante 1959, antes de que ella se uniera a las filas anticastristas.
Lorenz sostiene, casi seis décadas después, que Fidel Castro ha sido el gran amor de su vida, a pesar de asegurar que no era un buen amante. “Era más interesante durante las caricias que durante el acto sexual propiamente dicho. Pero los dictadores son todos así”, sostiene desde la experiencia que le proporciona haberse relacionado también con el venezolano Marcos Pérez Jiménez.
“Fidel era un narcisista. Le encantaba mirarse al espejo mientras se acariciaba la barba. Le faltaba confianza en sí mismo o, mejor dicho, necesitaba ser adulado y mimado, como un niño pequeño”, cuenta la ex amante de Fidel Castro quien niega sentir resentimiento alguno hacia el dictador cubano.
Lorenz vivió en la suite 2.408 del hotel Hilton de La Habana (donde también residían Fidel, Raúl y Ernesto Che Guevara) entre marzo y noviembre de 1959, cuando Castro aún no había roto con EE UU ni se había unido a la URSS.
La amante de Fidel Castro era consciente de que la relación no acabaría en boda. “Estoy casado con Cuba”, le decía el Comandante. Pero Marita quedó embarazada sin importarle las consecuencias. Su hijo le fue arrebatado. Lo conoció en 1981: “lo vi cuando visité a Fidel por última vez, tras 20 años de separación”, asegura. “Me dijeron que había sufrido un aborto, pero el ginecólogo de Nueva York me habló de un parto provocado. Lo del aborto era falso. El embarazo estaba casi a término y mi hijo nació cuando yo estaba en coma en Cuba. Es un chico. Creció allí y se llama Andrés Vázquez”.
Fue durante su embarazo cuando entró en contacto con la CIA de manera indirecta, a través de Frank Sturgis, un americano que se le presentó como aliado de Fidel, pero que en realidad lo era de Batista y defendía los intereses de la mafia en los casinos cubanos.
En octubre de 1959, tras un intento de envenenamiento dio a luz a su hijo y, tras unos meses hospitalizada en EE UU, regresó a la Isla a finales del mismo año, ya convertida en espía. Durante su convalecencia, se unió al anticastrismo motivada por sus conversaciones con el FBI, que supuestamente le pidió que asesinara a Castro en 1961. “Oh, mi pequeña alemana”, la saludó Fidel, que sabía que iba a matarlo. “Me tendió su pistola y yo la empuñé. Entonces, mirándome a los ojos, me dijo: ‘Nadie puede matarme’. Tenía razón. Solté el arma y me sentí liberada”.
Marita Lorenz la espía alemana que fue amante de Fidel Castro y que nunca logró asesinarlo tiene hoy 76 años. Reconoce que toda su vida estuvo ligada, directamente o indirectamente, a los servicios secretos. Vive hoy en una ratonera en Queens, metida en un semisótano, con un gato, una tortuga y un pez naranja. Dice que no le desea mal, que muy por el contrario, pues a su lado sintió la impresión de ser reina. Fidel le decía: “Eres la First Lady de Cuba”. Para los efectos de Marita, Fidel Castro sigue siendo el amor de su vida.
Con información de Paris-Match y El Mundo.
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