Foto: Nilufer Demir / Reuters
Normal que esta dura foto cause hondo rechazo. Normal que se ponga el grito en el cielo en Facebook, Twitter o Google+ por una imagen durísima que rompe por completo nuestra armonía ante la pantalla. Una foto insoportable que golpea conciencias a mansalva, que duele los ojos. Pero hay que verla. Hay que ver a este pobre niño refugiado sirio ahogado en una playa al intentar alcanzar la costa griega para sentir su frío, su soledad, su triste final. Hay que verla para sufrir su aislamiento de un Primer Mundo que sigue sin ponerse de acuerdo en el drama de los que escapan de las guerras alimentadas por el propio Primer Mundo. No me gusta la escalofriante foto de Aylan Kurdi (3 años) ni me gusta ponerla hoy aquí. Pero hay que ponerla. Para que veamos que detrás de ella hay miles de muertos que no quisimos ver. Para que los de arriba, los de Bruselas, despierten de una puta vez y los de abajo dejemos de aplaudir con las orejas esos bombardeos masivos a miles de kilómetros que enmierdan cada vez más este inhumano y fracasado planeta.
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