– ¿Te apetece tomar algo?, estoy al lado de tu oficina
– Dame 15 minutos y bajo.
– Avísame cuando estés cerca
– ok
Eran las 7 de la tarde y aun tenia trabajo encima de la mesa pero por suerte no era demasiado urgente. Observe como mi instinto desplazaba el puntero del ratón por la pantalla guardando los cambios del documento, y de forma traicionera, sin que pudiese impedirlo, fue cerrando los programas uno a uno hasta que Windows se despidió de mí.
Reclinado en mi sillón, mientras la pantalla de mi ordenador se fundía a negro, me quede absorto mirando a aquella pantalla, por un momento me pareció ver en ella, escenas de los dos últimos meses. En esos meses, Julia había trastocado una parte de mi rutina diaria. Desde aquella primera cita, en la que follamos mientras conversaba por teléfono con su madre, hasta hoy, mis tardes noches de trabajo se convirtieron en tardes noches de sexo corporal, emocional y desgarrador.
No sabía que me esperaba, pero seguro que sería mejor que el informe comercial que acababa de cerrar. Mire el reloj, ya habían pasado 10 minutos por lo que me dispuse a salir. Ya en la calle, el gélido aire de enero me azotó la cara, por lo que me resguarde lo mejor que pude bajo el abrigo y la bufanda. El frío me forzó a apurar el paso y, conforme cruzaba aquellas calles la noche iba cayendo sobre ellas. Odiaba aquellas tardes de invierno en las que anochecía tan temprano, pero a pesar de eso, y de que el tiempo no era demasiado agradable, se empezaban a ver grupos de gente por la calle y en los bares del centro.
Habíamos quedado en uno de los clásicos cafés de la ciudad, el Van Gogh, un local tranquilo con aires bohemios prefabricados, pero era agradable para tomar un café en esas frías tardes de invierno. Cuando me encontraba a escasos metros del local, le envié un whatsapp tal como me había pedido.
– Estoy llegando, en 3 minutos aproximadamente estaré ahí.
– Vale, estoy con mi madre. Siéntate en la mesa de enfrente, date prisa que por ahora está vacía.
Su respuesta me descolocó completamente, la escena de ambos follando mientras oía la voz de su madre, mi antigua compañera de colegio, retorno a mente.
– ¿Tu madre?
– Si, no te preocupes. Hazme caso
Me quede parado frente a la puerta del café, no sabía si darme la vuelta o entrar. Los juegos de Julia me gustaban, me excitaban y me llevaban al límite pero aquella situación me desconcertaba. No recordaba cuantos años habían pasado desde la última vez que me encontré con su madre, creo que fue en la cena conmemorativa de los 20 de nuestra promoción del colegio, y nuestro cruce de palabras se había limitado a las típicas frases de cortesía sobre el paso de los años.
Tras el cristal de la puerta pude ver a Julia hija y Julia madre, conversando animadamente, y frente a ellas la mesa que debía ocupar, que como me había dicho seguía vacía, esperándome. Una mezcla de excitación y prudencia se apodero de mí, si me sentaba en aquella mesa tendría que pasar delante de ellas, y no me queda otra, que acercarme a saludar a Julia madre. Por otro lado, ¿debería saludar a Julia hija?, ¿ella me saludaría a mí?…Lo único que tenía claro es debía tomar una decisión, entrar o irme.
Empuje con decisión la puerta y entre. Dentro sentí el cambio de temperatura, no sé si por la calefacción o los tensión de la situación. El trayecto se hizo eterno, con la mirada clavada en el suelo me fui acercando a mi destino, pero mi curiosidad me traiciono y levante ligeramente la mirada, en el preciso momento en que Julia madre levanto la suya, nuestras ojos se cruzaron. El dilema de dos personas que se conocen pero no tienen nada que decirse planeo sobre nosotros, dilema que íbamos a resolver con un cortés saludo en la distancia, hasta que una voz echo al traste esa posibilidad.
– ¡Hola Luis!
Era la voz de Julia hija, saludándome efusivamente. Me quede mirando para ella con cara de cagarme en todos sus muertos, mientras ella me recibía con una deslumbrante sonrisa. La cara de sorpresa de su madre fue antológica.
– ¿Os conocéis?, hola Luis cuanto tiempo, vaya no sabía que conocías a mi hija
– Bueno, nos presentó Ana estas navidades en el Sinatra
– ¿Que tal Julia?
Bien, contestaron ambas al unísono, Julia madre echo una mirada de recriminación a su hija, a lo Julia hija respondió con un perdona mama. No me atreví a verle la cara pero supe que lo estaba disfrutando.
– Me dijo Ana, que Luis y tú estudiasteis junto en el “cole”
– Si, nos conocemos de aquella época. ¿Qué tal está Ana?
Pregunto Julia madre dirigiéndose a mí, en un intentando desviar la conversación a algún punto en común y sacar a su hija de la conversación.
– Bien, coincidimos a veces de copas y nos echamos unas parrafadas.
– Siempre tuvisteis bastante relación, hubieseis sido una buena pareja.
– ¿Pareja?, no para nada solo nos caímos bien
– Tú sigues soltero, ¿no?
– Si, nunca me he casado
– Ten cuidado, hay mucha jovencita en busca de fortunas por ahí
– Pues a mal lado irían, jajaja
– ¡Mama!, pero que cosas dices
– Si fuiste tú, la que me hablaste de una amiga que está liada con un hombre de 50 años
– Eso es distinto, lo de ellos es puro sexo
Dijo Julia hija mirando para mí.
– Bueno, seguro que Luis tiene prisa. ¿Ves?, como son las jóvenes de hoy en día. En fin, encantada de verte.
– Lo mismo digo, me voy a tomar un café o una tila.
Dije mirando para Julia y despidiéndome de ambas. Mientras me dirigía a mi mesa, la tensión se había convertido en excitación. Cuando me senté comprendí porque Julia me había sugerido aquella mesa, desde mi posición podía ver sus piernas que cubrían una falda corta de cuero negro con un corte a modo de pareo que dejaba sus muslos al descubierto. La visión de sus piernas, hizo empezase a imaginar como mi mano se abría paso por ese provocador corte de su falda, en mí ensoñación ya estaba llegando a su destino cuando un mensaje me devolvió a este mundo.
– ¿Te gusta lo que ves?
– ¿Las piernas de tu madre?, si están muy bien.
– ¿Te pones gallito?, a ver si te vas a ir para casa calentito a pesar del frío que hace en la calle. (caritas sonrientes)
Julia dejo el móvil en la mesa, cogió su bebida y le dio un sorbo, después con un movimiento se inclinó hacia su madre, con cara de interesarle lo que le estaba contando. Movimiento que aprovecho para descruzar sus piernas con lentitud y acariciarse suavemente los muslos. Lentamente volvió a inclinarse sobre el respaldo de su silla, separando sus piernas aún más mostrándome la cara interna de sus muslos cubiertas con unas medias sujetas con ligas de encaje.
Aquella visión era insoportablemente excitante y empezaba a sacar de mi interior mi instinto primario más feroz, imaginando mis manos sobre la parte superior de sus piernas y levantando los pliegues de su falda, para luego separar sus muslos suaves, tocándola, acariciándola, lamiendo su piel brillante. Casi podía sentirla rodeándome, jadeando y gimoteando en mi oído.
El éxito de los 70 “If You Could Read My Mind” de Gordon Lightfoot que empezó a sonar me saco de mi abstracción y me saco una sonrisa, si su madre pudiese leer mi mente en estos momentos posiblemente sería hombre muerto. Mi móvil se volvió a iluminar, avisándome de la entrada de un mensaje corto y preciso, que no me hizo falta ni abrir ya que se leía completo en el aviso.
– Te espero en mi casa en media hora.
Madre e hija se levantaron de mesa, momento en que Julia aprovecho para ofrecerme una última visión fugaz de sus braguitas blancas de encaje, y se dirigió hacia la puerta con su madre después despedirse de mí.
Hace unos años comprendí la química sexual era una fuerza demasiado poderosa como para resistirse a ella. La química sexual, a veces confundida con el amor, es la que puede llevar a dos personas por los senderos del sexo más corporal, emocional y desgarrador. Quien la ha probado una vez queda enganchado a ella de por vida. Fue esa química, la que me hizo llegar a la puerta de su casa, sin apenas darme cuenta que una fina y constante lluvia, me había calado hasta los huesos.
La puerta se abrió, y tras de ella estaba Julia. Solo iba vestida con una camiseta negra en la que se veían los dos revólveres y las rosas sangrientas de los Guns´n´Roses, y que apenas cubrían las braguitas de encaje blanco que había visto hacia unos minutos. La puerta se cerró a mi espalda, mientras nos besábamos y mi abrigo cayó al suelo, fue un beso lento y suave, como un mar en calma previo a la tormenta. El calor de sus labios y el roce de mis dedos por la fina piel de sus nalgas, hizo que la bragueta de mis pantalones entrase en contacto con su cuerpo. Julia lo noto, se separó ligeramente y una sonrisa se dibujó en sus labios mientras me decía.
– Espero que ese bulto que noto sea por mí, y no por mi madre.
– Menuda encerrona, erres divinamente despiadada, y me gusta
– ¿Te gustan mis travesuras? Ven vamos a hacer travesuras
Julia me agarró por el cinturón y me arrastró por el pequeño pasillo del apartamento hasta llegar al salón. Con los acordes del Missing de Everything but the girl comenzó a desnudarme, sus dedos liberaron primero la hebilla de mi pantalón, siguió por los botones de mi camisa todo ello sin dejar de mirarme. Cuando solo quedaban mis calzoncillos, recorrió con dos de sus dedos el contorno de mi miembro hinchado. Quise acercarla hacia mí, pero retiro mi mano de su cintura, mientras sus dedos seguían con su juego.
– Me gusta acariciarla así, moldear su forma y sentir como se endurece. Ummm, creo que quiere salir ya.
Julia bajo la cinta elástica de mis calzoncillos y salió como un resorte. Sin dejar de mirarme la cogió con su mano.
– Está ardiendo
Dijo mientras subía y bajaba delicadamente su mano por ella. Julia seguía con su camiseta pero podía ver sus pezones endurecidos a través del fino tejido de su camiseta. Ella se dio cuenta y sonrió. Sabía que me volvían loco sus pechos pero había decidido que aún no era el momento.
– Siéntate
Me quito definitivamente los calzoncillos, me sentó a una de las sillas del salón y en menos de lo que pude percatarme, se subió a horcajadas sobre mí. Con una mano separo sus braguitas, y sin dejar de mirarme con sus ojos negros y profundos, ella misma guio mi polla a la entrada de su coño y dejo caer todo su peso metiéndosela totalmente.
Nuestras caras quedaron casi a la misma altura, y su lengua empezó a buscar la mía como si quisiera comerme, a la vez que movía sus caderas rozándose contra mí. Cogió mi cabeza con fuerza pegando su frente a la mía, sentía su aliento en la cara y sus primeros cuando comenzó a sacar mi polla lentamente para volver meterla de nuevo iniciando un rítmico y lento sube y baja con su cuerpo.
– En esto estaba pensando cuando estaba con mi madre
– Estábamos pensando en lo mismo
– ¿No te da vergüenza?, estaba mi madre delante. Por cierto, me dijo que eras un pringadillo en el cole.
– Bueno, no era de los más populares
– ummmmmmm
Nuestra conversación se entrecortaba con jadeos, Julia seguía metiéndola y sacándola lentamente, disfrutando el momento. Nuestras frentes seguían pegadas y su respiración y sus palabras en mi oído me derretían.
– También me dijo que los años te habían hecho más atractivo que esta barba canosa te quedaba muy bien.
– Bueno, si algún día te llama tu padre preguntando por ella, ya sabes dónde está.
– ¿Si?, no me digas. Primero a la hija y después te quieres follar a la madre. A ver si te lo estás empezando a creer.
Mientras decía esto, sentía como los músculos de su vagina aprisionaban mi polla entre sus paredes, comenzando un juego en que aflojaba y presionaba a su antojo. La despoje de su camiseta subiéndola con mis manos desde sus caderas. Mis labios atraparon los rosados pezones de sus pechos desnudos, y mi lengua recorrió cada milímetro de su rugosa piel, estaban duros y firmes lo que facilitaba mis pequeños mordiscos que hacían que Julia se estremeciese.
Un gemido salió de garganta, después aferrándose con sus manos en la silla, se arqueo hacia atrás, moviéndose, haciendo que mi polla saliera casi fuera de su vagina y para a continuación volver a meterla. Yo la sosteniéndola sujetándola con mis manos en sus caderas, veía como mi miembro entraba y salía en su coño al compás que ella marcaba.
A cada embestida los gemidos de Julia se hacían más sonoros, la atraje hacia mí coloqué mis manos entre sus nalgas, entrelazó sus piernas con las mías y la silla, me incorpore un poco y mirándole a los ojos le di varias embestidas, a cada una de mis embestida veía como el placer se reflejaba en su mirada, frené en seco, ella me beso jadeando, y volví a embestirla, ella se frotaba frenéticamente contra mi pelvis aprovechando cada centímetro de polla, hasta que inevitablemente llegó el orgasmo, que se prolongó durante un minuto hasta que se derrumbó sobre mí, quedando sentada sobre mis piernas mientras sus oía como su respiración se acompasaba y me decía.
– Mi madre jamás haría lo que yo te voy a hacer ahora…
Continuará…