Revista Infancia

Una gran confusión

Por Pingüicas

Una gran confusión

Me encanta esta edad de mis hijos en donde la línea entre la fantasía y la realidad es muy borrosa. Pero si es confuso para ellos, es todavía mucho más confuso para mí.

Esta mañana, interrumpí su caricatura para ver imágenes de la boda de Kate y William. Para convencerlos, le dije a Pía: “Mira, una princesa de verdad”.

“No es cierto, mamá. Las princesas no existen”, me dijo Pablo.

Y es que hace algunos días, tuvimos esa plática en la cual yo trataba de explicarle qué era fantasía y qué era realidad. La confusión surgió cuando su papá le rentó la película de Transformers. Pablo estaba acostumbrado a esto:

Una gran confusión

Era muy sencillo. Si se trataba de una caricatura, entonces, no era realidad.

El problema fue cuando vio esto:

Una gran confusión

“Claro que los Transformers son de verdad, mamá. Yo lo vi. Todos los de ahí eran personas como tú y yo.”

Fueron muchos días y muchas discusiones para convencerlo. Digamos que Pablo es un poquito cabeza dura. Finalmente, la explicación de “los hicieron por computadora” le bastó.

Sin embargo, creo que nada de lo que intentamos decirle le hizo mucho sentido, ya que hace poco escuché que le decía a Pía que Fer y Liesl no eran reales, sino que estaban hechos por computadora.

Para todos aquellos que no tienen hijos o no tienen idea de quiénes son Fer y Liesl, son los conductores del canal Disney Junior. Y son así:

Una gran confusión

A mí me parecen bastantes reales. ¿A ti? Pues aparentemente, a Pablo no.

En fin, regresando a esta mañana: “No es cierto, mamá. Las princesas no existen”.

―Bueno, ésta es una princesa que existe. No es como Blancanieves ni Rapunzel, pero sí es de verdad.

―¿Y existen las brujas?

―No, las brujas no existen.

―¿Y existen las hadas?

―No, tampoco.

―¡¿Tampoco el hada de los dientes?!― gritó Pía.

―No, esa sí existe.

―¿Qué no es un ratón el de los dientes?― quiso saber Pablo.

―Bueno, esos dos existen. Son compañeros y se dividen el trabajo.

―¿Se ponen de acuerdo?― quiso saber Pablo.

―Sí, se ponen de acuerdo.

―¿Entonces los animales sí pueden hablar?― preguntó Pía.

―Pues… no sé, depende.

Click. Le regresé a su caricatura. Los dos enfocaron toda su atención a la televisión.

Fin de la discusión.

Me libre de ésta.

Total, ya no vi la Boda Real, pero qué importa, de lo último que quería saber en ese momento era de cosas reales (o no).

A lo que sigue. A desayunar.


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