En ese contexto aparece en el escenario artístico un hombre cuyo talento artístico sería admirado por generaciones. Ese hombre fue Miguel Ángel Buonarroti (en italiano: Michelangelo Buonarroti), quien fuera arquitecto, escultor, pintor y literato, nació en Caprese, República de Florencia el 6 de marzo de 1475.
Tuvo una infancia difícil, ya que perdió a su madre a los seis años y cuando le declaró a su padre que deseaba ser artista, tuvo discuciones con él. Aunque generalmente tuvo una buena reación con su familia el resto de su vida, en especial con su hermano. Hasta que a los doce años, pudo llegar a ser aprendiz de escultor, o como su padre decía despectivamente "picapedrero". Finalmente, a los veintitrés años (1496) le fue encargada la ejecución de La Piedad, la imagen de María sosteniendo el cuerpo exánime de Cristo. Se dice que cuando la escultura fue develada, la gente quedó tan asombrada de la belleza de la escultura, que no podían creer que un joven la hubiera hecho, por lo que a escondidas y de noche, Miguel Ángel esculpió su nombre en la cinta del torso de la Virgen.
A partir de entonces tuvo un floreciente trabajo en Roma, entonces capital no solo del catolicismo, sino de los Estados Pontificios. Esculpió la famosa y admirada estatua de David, además del conjunto escultórico destinado a la tumba del papa Julio II, aunque no los logró terminar por peleas que tuvo con el pontífice, quien le exasperaba demasiado. También realizó las esculturas de las tumbas de Lorenzo II y Juliano de Médicis, los Esclavos, y la estatua de Moisés, que extrañamente tiene un par de cuernos, tras una confusión medieval con los rayos de luz que señala la Biblia.
En mayo de 1508 le encargaron pintar el techo de la Capilla Sixtina, pero protestó y trató de dejarle el trabajo a Rafael Sanzio, hasta que finalmente aceptó y tras cuatro años de arduo trabajo terminó los frescos más memorables del arte renacentista de Roma, entre ellos, la Creación de Adán y el Juicio Final. Aunque en pintura no destacó tanto como en la escultura, realizó otros trabajos de este tipo, menos recordados, en la Capilla Paulina en el Vaticano, y bocetos diversos. En arquitectura realizó trabajos diversos en Florencia, como la fachada de la Basílica de San Lorenzo, la Plaza del Capitolio y la Biblioteca Laurenciana. De regreso en Roma, en 1546, ya siendo un viejo de 72 años, le encargaron el diseño y construcción de la Basílica de San Pedro, sustituyendo a Bramante, quien había fallecido. Miguel Ángel modificó el diseño de Bramante para la planta de la iglesia, y posteriormente fue modificado el diseño del propio Buonarroti tras su muerte, pero la memorable cúpula, es diseño del florentino completamente.
Como literato, no destacó realmente, solo se trata de una serie de cartas y composiciones poéticas, como sonetos y madrigales, pero que sin duda reflejan el sentir poderoso del genio que fue Miguel Ángel, en medio de su atormentada espiritualidad, influenciado por las ideas neoplatónicas del Humanismo. Estos ideales influenciaron poderosamente en el florentino, puesto que el antiguo ideal de belleza, en especial la masculina, fue la bandera de la escultura y pintura buonarrotiana, no solo por el detalle de la muscultura masculina, sino por el amor que tuvo hacia el joven Tomás de Cavalieri, con quien tuvo una extraña y duradera amistad, a pesar de la gran diferencia de edades. A diferencia del afecto tenido con la notable Victoria Colonna, en empatía con su religiosidad y afición a la poesía.
Hacia el final de sus días, Miguel Ángel medio hizo las esculturas para su propia tumba y se dedicó a la piedad religiosa. Murió en Roma en 1564, en presencia de sus amigos dejó su testamento: "Dejando su alma en manos de Dios, su cuerpo a la tierra y sus bienes a los familiares más próximos". Esos bienes, para los estándares actuales, no eran nada despreciables, al contrario llegó a ser tan famoso, admirado y respetado como un artista moderno, y su fortuna ascendía a actuales millones de dólares.
*Visita vitual a la Capilla Sixtina