La Cataluña que sueñan los nacionalistas quiere ser Una, Grande y Libre. Un eslogan genial, según los publicistas, creado en 1932 por el fascista Onésimo Redondo para aplicárselo a la España Imperial que él concebía.
Que Francisco Franco lo usara no le resta valor actual como mensaje directo: el dictador también utilizaba zapatos y no por eso el antifranquismo tenía que caminar descalzo.
La frase ritual le sirvió durante 39 años, y ahora resucita en el sueño de Artur Mas para Cataluña: es el lema oculto de sus aspiraciones.
Aunque trata de atribuírselo al ministro de Cultura, José Ignacio Wert, que sólo quiere “españolizar” a los niños catalanes, enseñados actualmente a odiar España, para que se sientan tan orgullosos de ser españoles como de su Comunidad.
La creación de Onésimo Redondo no sirve para una España hoy a la defensiva, sino a la Gran Cataluña imperialista, a los Paisös Catalans que nunca existieron, pero que están inventando.
Cataluña, Una, al pretender unir bajo su voluntad e imponer la lengua catalana a muchos territorios del antiguo Reino de Aragón con el apoyo entusiasta de la Iglesia catalana: como con Franco, vuelve el siniestro Nacionalcatolicismo.
Cataluña, Grande, por su expansionismo imperialista: a la superficie de sus 32.106 kilómetros cuadrados suma las reclamaciones sobre el Rosellón y la Cerdaña franceses, la Comunidad Valenciana y la Balear, parte de Murcia, de Aragón y Alguer, en Cerdeña: el sueño imperial alcanza 97.239 kilómetros cuadrados, tres veces la superficie actual. Cataluña,
Libre: Franco creía haber alejado España de la nefasta influencia extranjera, del temible poder de la conjura judeomasónica, vampiresca y ladrona, y para el nacionalismo, Cataluña, Libre, es alejarse de una España, no menos vampiresca y ladrona.
“España nos roba”, dice, olvidando que él y los suyos viven de venderle productos catalanes a los demás españoles.
Hasta que estos se enfaden, porque el tendero se queda sin clientes si los insulta.
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SALAS