Entrevista con el escritor Hernán Migoya, autor de Una, grande y zombie (Ediciones B) en El Mundo. 9-11-11.
No hay otro como Hernán Migoya: deslenguado, fantasioso, desafiante, tierno, 'pulp', apestado, admirado, impulsivo, peleón, locuaz, metepatas, romántico... Dirigió 'El Víbora', escribió cómics y relatos, se metió en un lío espantoso por uno de ellos, filmó una película y volvió a complicarse la vida por contar lo inconfesable, se fue a vivir a Perú, regresó a Barcelona. Y por fin, hace dos años, publicó su primera novela, 'Quítame tus sucias manos de encima'. Ahora llega la segunda, 'Una grande y zombi' (Ediciones B). Y hay que decirlo de nuevo: no hay otra novela como la de Hernán Migoya, con sus zombis franquistas, sus políticos 'porneros' (bastante reconocibles), el dolor por España y el amor más puro que es la única esperanza que nos puede quedar.
Al hilo de la presentación de la novela (desde hoy, en las librerías), Migoya se retrata en un intercambio de correos con EL MUNDO.es. Sus respuestas apenas han sido editadas, que es como a él le gusta.
Buen chico
"Una de las cosas que sorprende a la gente que me conoce, es que en persona no parezco un cretino; en cambio, en los medios sí proyecto esa imagen de arrogante idiota crónico. Yo en los medios caigo mal: le caigo mal a la derecha, por irrespetuoso, y le caigo peor aún a la izquierda , porque el entorno cultural barcelonés es tradicionalmente de izquierdas, y ése es el sector que siempre me ha vetado y censurado aquí. En cambio, en persona caigo bien: quizá porque descubren que todo es un juego en mí, que me gusta la terapia de choque en la comunicación porque es mi manera de aprender, tanteando la reacción de mi interlocutor ante mi inesperada agresividad. Y porque básicamente soy buena persona, creo, o al menos eso me dicen siempre".
"Obviamente hay una parte de mi actitud pública que siento justificada: no soporto la hipocresía ni la mojigatería, sobre todo cuando están disfrazadas del más aparente progresismo social... Además, me gusta la sátira y revolver la mierda de nuestra sociedad: escribo no para engañar a los humanos con falsas fabulaciones sensibleras, sino para que me lean los extraterrestres cuando nos invadan y exterminen, si a alguno le da por leer. Eso implica molestar a mucha gente. Después está esa otra parte que no puedo evitar de mí mismo, la del 'loco por incordiar', que responde a mis propios demonios internos y a mi genética. Si no pudiera canalizar mis demonios gracias a la literatura, el cine y los cómics, creo que me hubiera hecho policía, para así poder matar impunemente. De todas formas, un escritor satírico como Dios manda está obligado a buscar pelea… Si tú miras la lista de los grandes satíricos, de los realmente molestos, prácticamente todos acabaron fatal: ejecutados, encarcelados, desterrados... Así que los pequeños satíricos como yo estamos obligados a acabar aún peor. Molestar con tus obras, en plena democracia, tiene muchísimo mérito".
Chico romántico
"Piense en Klaus Kinski. La gente cree que Kinski era un bruto, ¡pero era bruto porque se trataba de un pobre romántico! Todo parte, como siempre, de la hipocresía: yo soy un romántico irremediable, pero cuando veo la cruda realidad y lo poco que dura el amor, me doy cuenta de que me estoy engañando a mí mismo… ¡y por eso estiro los límites de lo pornográfico, para saber qué hay más allá del sexo y lo material, y comprobar si después de probarlo todo, puede aún quedar algo indemne de ese romanticismo! Lo demás es conformarte con tu autoengaño. Y eso me parece muy triste…".
Vamos, España
"Para mí un español muy típico es aquel que se aprovecha del sistema y roba todo lo que le dejan, hasta que ya el sistema no da más de sí y no queda nada por robar, y entonces él se hace el indignado, se declara antisistema y exige ¡justicia para el mundo! Ésa me parece una cualidad típicamente española".
"Me crié en Cataluña, de padres leoneses, así que he vivido el nacionalismo español en mi casa y el catalán en las aulas. Eso me provocó un sentimiento de desarraigo absoluto, de ahí que no sienta nada ni por Cataluña ni por España. ¡En realidad, no me atrevo a sentir, porque pienso que cualquiera de esos sentimientos sería excluyente! El problema es que al final todo pasa por el sentimiento: tú puedes razonar con una persona, pero su sentimiento de pertenencia territorial está por encima de la razón. Por eso quería nacionalizarme peruano cuando viví en el Perú. Porque nadie quiere ser peruano, con lo cual no hay nada más romántico para un europeo (¡otra vez el romanticismo!) que naturalizarse peruano. Eso sí, allí todos me dicen que me soy español de la cabeza a los pies, por mi bronca forma de ser".
"¿Si un amigo peruano me preguntara cuál es el problema de España? Le diría que, obviamente, se trata de un país con más de un siglo de decadencia absoluta y que siempre supeditaremos al patriotismo la picardía, quizá afortunadamente: por eso aquí se vive tan bien y no nos hemos vuelto a matar. Pero hay cosas que me siguen emocionando de España y Cataluña: de los españoles, que siempre haya un momento para reír; de los catalanes, que siempre podamos llegar a un entendimiento antes de que sobrevenga un acto irracional. Yo intento cultivar ambas virtudes en mí"
La pijez
"Cuando me mudé de mi pueblo a Barcelona, me entró un complejo de inferioridad absoluto en cuanto entré en contacto con su élite cultural, todos o casi de buena familia o de ámbitos académicos. Mi padre es carpintero y mi abuelo fue el mejor minero de El Bierzo… Yo no puedo encajar en este microcosmos endogámico de pijos y esnobs. ¡No me han echado de cenas burguesas ni nada! Hace poco leí que la Ministra de Cultura dijo en un mitin que si Mariano Rajoy salía elegido presidente, aboliría el Ministerio de Cultura. Si fuera así, ¡yo le votaba fijo!".
"Además, a mí me gusta vivir, por encima de los libros y la cultura institucional, me apasiona vivir: y mis amigos y amigas íntimos no suelen estar relacionados con el mundo del artisteo. Y de todas maneras, tengo bastantes amigos artistas. Lo que pasa es que también intento que ese mundo no me absorba, para no perder de vista a las personas normales, si es que hay alguien normal, cosa que dudo. Me da mucho miedo vivir en un mundo tan artificioso e impostado como el literario".
"Me enorgullece ser hijo de un carpintero humilde que de joven compraba una enciclopedia por tomos y la leía de la A a la Z. Me enorgullece haberme volcado en crear ficción cuando casi todos mis colegas se conformaban con pillar un sueldo fijo y apoltronarse en la primera oficina que les contrataba. Me enorgullece no haber dejado de escribir cómics aunque se gane muchísimo más dinero con la literatura y el cine. Me enorgullece no tener prejuicios a la hora de consumir cultura. Me enorgullece haber huido de cualquier cargo laboral para poder ser libre y escribir lo que me plazca, y ayudar a todos los colegas que puedo. Me enorgullece llevarme bien con mis padres y dar la vida por ellos, cuando la mayoría de artistas odian a sus progenitores. Y, como obra, mis novelas me tienen muy orgulloso, especialmente esta última".
Sobre la corrección política
"Percibo que la balanza se está inclinando ahora, por fin, hacia cierto saneamiento mental, a saber distinguir cuándo alguien utiliza el humor para restañar tabúes. De todas formas, lo que a mí me pasó [en referencia al caso 'Todas putas'] fue producto de intereses políticos y de la cobardía personal de algunos periodistas y opinadores: todos sabían entonces que el ataque fue desmedido, pero les interesaba formar parte de los linchadores. Lo único que me sigue cabreando, a estas alturas, es que el tipejo que inició dicha polémica mediática se dedicó además a beneficiarse dando conferencias a colectivos feministas ¡sobre mi libro! Ese tipo de mezquindad no la puedo perdonar. Aunque, como dice el buen soldado Svejk, si todo el mundo tuviera buenas intenciones, los hombres hace tiempo que se hubieran matado unos a otros".
Sobre la literatura
'Con 'Una, grande y zombi' quise hacer una novela fantástica en la tradición terrorífica de Stephen King y, sobre todo, con la hondura emocional de Richard Matheson'
"Bueno, siempre he defendido la cultura popular y siempre he disfrazado mi propia obra de formas engañosamente escapistas. En el caso de 'Una, grande y zombi', tras los cinco años de sacrificio que me costó mi novela 'peruana' ('Quítame tus sucias manos de encima'), intenté escribir una novela 'pulp' que fuera puro divertimento para mí y los lectores. Por un lado, con 'Una, grande y zombi' quise hacer una novela fantástica en la tradición terrorífica de Stephen King y, sobre todo, con la hondura emocional de Richard Matheson; por otro, una novela satírica muy conscientemente arraigada en la picaresca española, muy nuestra. En sus páginas incluyo homenajes a mis héroes de la cultura popular española que, curiosamente, son barceloneses: José Mallorquí, el creador de 'El Coyote', a quien dedico la novela; Víctor Mora, el creador de 'El Capitán Trueno'; y Armand Matias Guiu, el creador de los 'Diálogos para besugos' de la revista 'Mortadelo', y guionista de una de mis comedias catalanas favoritas, '07 con el 2 delante'. Mi idea es tomar esa tradición maravillosa que tuvimos en nuestro país y perpetuarla con esta nueva obra, en la que consigo unir a las dos Españas convirtiéndolas en zombis. A partir de ahí, la salida de la crisis es facilísima: sólo tenemos que comernos entre nosotros".