Hace unos días fui testigo de una guerra en mi jardín. Una guerra sin cuartel, en la que un ejército invasor accedió a un territorio vecino y después de matar a gran parte de los soldados que lo defendían y seguramente a su reina, secuestraron a sus crías y se las llevaron.
Y todo esto ocurrió en menos de una hora y las protagonistas fueron unos cuantos centenares de hormigas de la especie Polyergus rufescens, una especie de hormiga esclavista y la especie que sufrió el ataque, unas "hormigas negras" del genero Formica.
Las hormigas esclavistas son incapaces de cuidar a sus larvas y llevar a cabo las funciones esenciales del hormiguero, como la limpieza o la recolección de alimentos. Por eso, han evolucionado para que esos trabajos los hagan sus esclavos. Y los consiguen invadiendo hormigueros de otras especies y llevándose al suyo sus ninfas no eclosionadas. Una vez en el hormiguero enemigo, las ninfas eclosionarán y de ellas saldrán las obreras Formica que a partir de ese momento trabajarán como esclavas, cuidando los huevos y larvas de la reina esclavista, limpiando el hormiguero y cazando y recolectando, aunque no se considerarán esclavas, sino parte de la colonia de sus secuestradores. Al haber nacido en el hormiguero enemigo se habrían impregnado de su olor y ellas mismas se considerarían desde ese momento como miembros de la familia de sus secuestradoras.
En el video anterior, grabado con el móvil, podéis ver como las Polyergus acarrean las ninfas de Formica hasta su hormiguero. Ese río de hormigas transcurría a lo largo de unos 20 metros, desde un hormiguero al otro. Una hora después de que me hubiera fijado por casualidad en lo que estaba pasando bajo mis pies, ya no quedaba ni rastro de la batalla.