Jugaban a mirarse y sonreír, coqueteaban ocultándose entre aquellos que bailaban, evitaban las miradas tratando de no ser evidentes, pero, como un imán sus miradas de nuevo se encontraban.
La noche continuaba su curso hacía el amanecer, y ella, no podía evitar alimentarse de curiosidad por saber quien era él. Inocente, sigue proponiendo con sus ojos que la noche se extienda, la música no termine y los visitantes sean testigos de un encuentro que aún no comienza.
Al final de cada canción, la multitud se dispersaba dejando vía libre para que él congelara su mirada en ella, sorbo a sorbo saboreaba la intriga del sabor de aquellos labios que a distancia le sonreían.
El reloj continuaba su marcha, canción tras canción se miraron y sonrieron, ella bebía ron, él bebía cerveza, la gente poco a poco se iba del lugar dejando mesas y botellas vacías, ya no había quien bailara, ya no había quien gritara, solo la distancia entre ellos impedía que se tocaran.
Por un momento fijaron la mirada el uno al otro, sin espabilar, inertes allí sentados casi sin respirar, concentrados sin mirar a ningún otro lugar, traicionados al tiempo por la fantasía de tocarse y estar cerca.
Ella podía casi sentir su boca besándole el cuello, se estremecía al pensar que él estaba entre sus brazos y dentro suyo, pasó suavemente la lengua por sus labios humedeciéndolos dejando al descubierto su éxtasis en aumento, su pecho subía y bajaba cada vez mas agitado evidenciando el placer que procuraba aquella fantasía. Parecían estar conectados, sus miradas ya no estaban vacías, no eran coquetas y él lo sentía, sentía su respiración agitarse, el corazón palpitar con fuerza, sus manos inquietas presionaban con fuerza el pantalón que solo por aquella noche él deseaba que no estuviera.
El momento se apoderó del tiempo, todo parecía estar suspendido en el aire sin vida y en calma, la música enmudeció, las luces se atenuaron, solo sentían el palpitar de sus corazones y escuchaban el gemir de sus pasiones, él sentía la suavidad de sus pechos sin tocarlos, ella disfrutaba sus caricias sin sentir sus dedos, él deslizaba sus labios en cada curva de su cuerpo sin tan siquiera conocerlas, ella contraía su pelvis al sentir goticas de placer sin haber acariciado su piel.
Vivieron la noche juntos, pausaron el tiempo, escribieron en su piel aquella noche una historia que no dejó testigos.