De vez en cuando los medios de comunicación cuentan historias de amor, pero no de las típicas, de esas que llenan las revistas rosas o las comedias románticas. Son relatos de un cariño puro entre especies, de animales que hicieron lo impensable por seres humanos y viceversa. Hombres y mujeres que permanecen en zonas de guerra para que los gatos y los perros callejeros no mueran de hambre. Animales que dan calor a personas perdidas en medio del monte durante noches gélidas. El último ha sido el caso de una perrita que acompañó a un enfermo de Alzheimer que se había perdido en Castellón. Cuando llegó la ambulancia a atender al hombre, ella quería subirse al vehículo. Por suerte, la familia decidió adoptar a la perra y ahora están juntos, sin despegarse un momento el uno del otro. Amor correspondido.
He podido ver el bien que muchos animales son capaces de ofrecer a las personas mayores, con problemas de movilidad o de demencia. Son capaces de aportar una complicidad y una compañía que los seres humanos no sabemos dar. Yo misma le debo a un "peludito" la compañía y cuidado que ofreció a un familiar, con un amor inmenso.
Yo en amores con animales soy una promiscua. Me engancho a cualquiera que me ofrezca unos lametones, un maullido o una caidita de alas.