Revista Mundo animal

Una historia de buenos y malos

Por Davidalvarez
Una historia de buenos y malos
¿Qué es lo que está mirando esta golondrina con tanta atención? ¿Qué es lo que la mantiene con la mirada fija y con una actitud de resignación, como si no pudiera hacer nada? Pues está mirando lo mismo que mirábamos más de 15 personas que coincidimos el pasado fin de semana en la localidad de Villarreal de San Carlos, en Monfragüe (en breve colgare un post sobre esta excursión): una historia de buenos y malos de la que ella era una de los protagonistas.
Hay pocas aves que despierten tantas simpatías como las golondrinas (Hirundo rustica), todos las conocemos, al menos por su nombre. Las asociamos con la primavera, crían junto al hombre, incluso dentro de sus casas y se respetan sus nidos. Cantan bien, comen los mosquitos que nos pican y son bonitas. En resumen, en nuestro innato afan por humanizar a los animales, las meteríamos sin dudarlo dentro del grupo de los buenos.
El grupo de los malos es mucho más grande, ya que ahí solemos meter a los animales feos o "desagradables", a los que nos dan miedo, a los que nos pueden morder o picar, a los que comen lo mismo que nosotros y por lo tanto son nuestros competidores.
Pues en esta historia cruzaron sus caminos la golondrina y una serpiente, una de las criaturas que desde siempre se han asociado con la maldad, e incluso con la muerte, aunque la inmensa mayoría de ellas son inofensivas para el ser humano. Poco antes de las 10 de la mañana una Culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis) se desplazaba por las calles casi desiertas del pueblo cuando se dió cuenta de que en una casa había un nido de golondrinas, probablemente por el olfato o alertada por el sonido de los pollos ya crecidos que solicitaban alimento a sus padres. En ese momento comenzo a trepar por el tronco de una parra que se sujetaba a la pared y en menos de media hora llegó a su altura. Durante todo el ascenso los dueños del nido y varias golondrinas de los nidos vecinos revolotearon a su alrededor tratanto de intimidarla sin éxito. Después de varios intentos la culebra de unos 80 centímetros consiguió aferrarse a uno de los barrotes de la ventana y desde allí se introdujo en el nido donde había cuatro pollos ya crecidos pero aun incapaces de volar.
Aunque desde abajo no pude apreciar bien lo que ocurrió dentro del nido, todo parecía indicar que la culebra había matado a todos los pollos antes de empezar a comérselos, uno a uno y en un proceso que le llevó más de dos horas.
Una historia de buenos y malos
Una historia de buenos y malos
Una historia de buenos y malos
Pero ¿cual fue la reacción de la gente que se agolpaba bajo la ventana con una mezcla de curiosidad y morbo? Os lo podéis imaginar, porque creo que fue el hecho de estar dentro de un Parque Nacional y que la acción transcurriera en una ventana que casualmente se encontraba frente del centro de interpretación de dicho parque, lo que evitó que la culebra fuera apaleada y matada allí mismo sin contemplaciones. En esa situación es complicado tratar de explicar que para la culebra un pollo de golondrina es lo mismo que una baya de un espino para un zorzal, un mosquito para esa misma golondrina, o un sandwich de jamón y queso para nosotros: comida, y probablementa para ella la diferencia entre vivir o morir de hambre.
Una historia de buenos y malos Águila culebrera (Circaetus gallicus)
Tampoco sirve de ayuda explicar que la culebra de herradura tiene muchos enemigos que también encuentran en ella la ración de proteínas necesaria para su subsistencia. Las águilas culebreras, que estos días sobrevolaban el mismo pueblo de esta historia realizando las paradas nupciales, comeran muchas durante los próximos meses. También otras rapaces, como los milanos y mamíferos como zorros, ginetas o martas darán buena cuenta de ellas si se las encuentran.
Aparte de esa clasificación antropocéntrica en animales buenos y malos, el caso de las serpientes es mucho mas curioso. Según un artículo publicado por la antropóloga Lynn Isbell en la revista Journal of Human Evolution, los mamíferos y entre ellos el hombre, conservamos a lo largo de la evolución las estructuras del cerebro implicadas en la vigilancia y el miedo a los depredadores. En ese artículo, la doctora Isbell afirma que el miedo a las serpientes es un instinto de supervivencia heredado y que sorprendentemente está directamente relacionado con el sentido de la vista, ya que esas áreas del cerebro están directamente conectadas con el sistema visual. Como ejemplo pone las distintas historias evolutivas de los primates y pseudoprimates. Los lemures de Madagascar, que tienen un sistema visual no demasiado bueno viven en una isla en la que nunca hubo serpientes venenosas y de hecho no les tienen miedo cuando se los junta en condiciones artificiales. Los primates del continente americano, que han estado en contacto con las serpientes venenosas intermitentemente a lo largo de su historia evolutiva tienen una vista regular y un temor moderado hacia ellas. Por último, los primates africanos, de los que descendemos nosotros, siempre han estado en contacto con serpientes venenosas y tienen la mejor vista de todos, y conservan ese miedo innato a las serpientes que hace que se pongan muy nerviosos y alterados cuando las encuentran.
Sea como sea, y a pesar de saber que la depredación es algo natural, que no hay animales buenos y malos por definición y que en mi caso no odio a las serpientes, sino que por el contrario me gustan, tengo que admitir que al observar la escena de la serpiente y los pollos de golondrina no pude evitar sentirme incómodo.
Por mucho que nos pese, en muchas ocasiones es difícil liberarse de nuestro pasado evolutivo.
Referencias
ISBELL, L. (2006). Snakes as agents of evolutionary change in primate brains Journal of Human Evolution, 51 (1), 1-35 DOI: 10.1016/j.jhevol.2005.12.012

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